En
la actualidad, la prevalencia de los trastornos de ansiedad gira en torno al 20%
y 40% en las unidades de atención primaria. Esto supone reconocer, que los trastornos
de ansiedad se sitúan como el segundo grupo de trastornos más frecuentes detrás
de los relacionados con el consumo de sustancia y por delante de los trastornos
del estado de ánimo.

La
ansiedad patológica, es sumamente visible cuando sobrepasa ciertos niveles de
intensidad y se convierte en un auténtico malestar significativo que como se
suele decir, no mata, pero se relacionan con sustanciales niveles de
incapacidad por parte del individuo y que tiene un directo e importante
impacto, sobre todas las esferas de su vida cotidiana agravándose, además, por
su curso recurrente y crónico en muchos casos.
Dentro
de los trastornos de ansiedad, llaman sumamente la atención, uno de sus
principales síndromes: los comúnmente conocidos como ataques de ansiedad o
ataques de pánico (DSM-V). Pero ¿sabemos realmente qué son?
LOS ATAQUES DE PÁNICO
Los
ataques de pánico suelen dar comienzo con una aparición súbita de miedo intenso
que alcanza su máxima expresión durante unos minutos en los cuales, suelen
presentarse al menos, de los siguientes síntomas derivados de la activación del
sistema nervioso simpático: palpitaciones o elevación de la frecuencia
cardiaca, sudoración, temblores, sensación de ahogo, sensación de
atragantamiento, opresión o malestar torácico, náuseas o molestias abdominales,
sensación de inestabilidad o mareo e incluso desmayo. También pueden darse
otros síntomas más complejos como la desrealización o despersonalización (sensación
de irrealidad o de separarse de uno mismo, respectivamente); parestesias o
escalofríos y un terrible miedo a perder el control o a morir. Estos ataques
tienden a tener una duración inferior a los 30 minutos y suponen un auténtico
infierno para quienes lo padecen.
Si
bien es cierto que, aunque generalmente se ha asumido que no existe una
determinación situacional o estimular para concluir su naturaleza biológica,
existen estudios recientes que han puesto de relieve que el primer ataque,
aparece en contextos cargados de elevados niveles de tensión emocional y de
ansiedad.
El principal problema de los ataques de pánico, no lo constituye el
ataque en si mismo, sino el miedo anticipatorio o el temor a sufrirlo ya que en
términos generales, se acepta que solo el primer ataque es verdaderamente
inesperado y que los siguientes, se producen por condicionamiento a señales
interoceptivas o externas, cuya propia focalización, provoca la hiperactivación
del sistema simpático amplificando así, una sintomatología muy intensa y
desagradable dada su semejanza con otras patologías como por ejemplo, los
infartos.