Que es mentira. Que no todo esfuerzo tiene su recompensa. Que no todo llega como lo queremos. ¡Y no! Tampoco vas a conseguir todo lo que te propongas. Aunque el mundo se empeñe en decirte lo contrario.

Autobombardeo: objetivos, retos, metas y sueños. Y así toda tu vida. Porque si, porque te asusta fracasar y tildarte de fracasado. Porque el fantasma del miedo a perder, acecha en cada paso que damos. Pero ¿y qué si no lo consigo?
La vida es eso. Vivir. Cambiar objetivos. Modificar retos. Replantearte metas. Soñar nuevos sueños. Es parar en seco, improvisar y de repente, verte recorriendo un nuevo camino. Saltar al vacío, arriesgarse, caer y levantarse. Porque no siempre todo lo podremos.
Y es que fracasar, aunque suene a tópico, es realmente no haberlo intentado. Por mucho que te digan lo contrario. Fracasar es tirar la toalla sin haberla sudado, renunciar en el primer asalto, enturbiar tu destino con excusas. Eso si es fracasar.
Y no te asustes si no sabes lo que quieres. Ni siquiera, si no sabes hacia dónde quieres ir. Porque importante, es también saber lo que no queremos, lo que parecía que podíamos pero que al final no, lo que no nos gusta, lo que no nos llena. Lo que no se disfruta o para lo que no estamos dispuesto a perseguir.
Y es que, realmente, para saber lo que queremos antes hay que saber lo que no. Y para saber lo que no, hay que probar, intentarlo y fracasar. Eso también.