jueves, 5 de marzo de 2015

LA NO EFECTIVIDAD DE CASTIGAR SIN ENTRENAR.


Fuente imagen: google.
A lo largo de mis años como deportista, no son pocas las ocasiones en las que mis compañeras de equipo de gimnasia rítmica han tenido que dejar de ir a entrenar como castigo por sus bajas notas durante el trimestre. Frecuentemente, escucho a padres y madres que amenazan a sus hij@s con quitarlos de su deporte favorito como no aprueben los siguientes exámenes y que incluso llegan a hacerlo si la cosa no va a mejor. Sin duda, la educación y por ende el rendimiento escolar son aspectos fundamentales e inegociables  que han de estar por encima de cualquier otra actividad pero ¿es esto eficaz? En un amplio porcentaje de casos, padres y madres terminan diciendo lo típico de “Es que le da igual que le deje sin entrenar…” por tanto, cabe plantearse la cuestión de si realmente lo estamos haciendo bien procediendo de esta manera.

Bajo mi punto de vista son dos las causas principales que podrían llevar a tomar esta decisión a unos padres desesperados porque el rendimiento escolar de sus hij@s  no está siendo el más adecuado en estos últimos meses:
  •  Piensan que sin ir a entrenar sus hij@s tendrán más tiempo para estudiar y para las tareas del colegio.
  • Piensan que quitarles de hacer aquello que más les gusta (en este caso de la práctica deportiva), hará que se esfuercen al máximo para volver a obtenerlo.

Pero como habrán comprobado esto rara vez se convierte en el camino más eficaz. La mayor parte de los padres y madres que utilizan el castigo creen en su efectividad porque entre otras cosas, otorga sensación de control, sin embargo puede tener efectos totalmente contrarios a los que pretendemos conseguir como por ejemplo hace reprimir la hostilidad lo que a su vez suele traducirse en comportamientos de rebeldía e incluso pasotismo por parte de nuestr@s hij@s.

En primer lugar debemos mirar no solo a la parte más ociosa, divertida  o extraescolar de la práctica deportiva, sino que también debemos centrar nuestra atención en aquellos beneficios físicos, psicológicos y sociales que el deporte aporta al periodo de desarrollo. Existen numerosas investigaciones que apuntan por ejemplo, a un mejor desarrollo de la musculatura  o el esqueleto óseo a nivel físico y un mayor nivel de actividad y por tanto, también de desarrollo a nivel neuronal haciendo que el cerebro desarrolle un mayor número de redes neuronales que permitan potenciar las procesos cognitivos tales como la concentración, la atención o la memoria (entre otras), capacidades que por otro lado, son fundamentales a la hora de estudiar.
Además, los entrenamientos suponen un contexto rico en interacciones y relaciones sociales por lo que permite a nuestr@s hij@s ir enfrentándose poco a poco desde pequeños a diferentes situaciones con las que se irán familiarizando y otras tantas, que tendrán que solventar por si solos. En ambos casos, puede decirse que contribuirán de manera notoria a mejorar su adaptación e integración al mundo social, y por ende a su proceso de socialización.Llegados a este punto cabría pensar que, cada vez que los privamos de realizar el deporte que más les gusta, le estamos privando de una gran cantidad de beneficios esenciales para su correcto desarrollo. ¡Y no hablemos si se trata de un deporte que se practica en equipo y por nuestra decisión de castigar, perjudicamos al resto!



En segundo lugar debemos plantearnos dos cosas. La primera, es conocer el posible motivo o motivos por los que nuestr@s hijos no consiguen alcanzar el rendimiento escolar adecuado o aquellos que han hecho que dicho rendimiento disminuya en los últimos meses.  En este sentido  cobra un papel destacado la comunicación y el diálogo familiar. Y no solo eso, sino hacerlo en un ambiente relajado dejando fuera todo tiempo de tensiones, gritos o frases amenazantes que los intimiden o humillen. Piensa que a nadie le gusta que nos hablen a voces, pues a ell@s tampoco. Así pues, una vez analizada la situación de forma dialogada y tranquila viene el segundo paso: instaurar ciertos hábitos de estudio que permitan obtener un adecuado rendimiento de el/la niñ@  sin que por ello debamos desbancar la práctica deportiva.
Fuente imagen: google

A continuación os dejo algunos puntos importantes a tener en cuenta, espero que os sirvan de ayuda:
  1. Crear un ambiente adecuado de estudio: una habitación o en su defecto un lugar dónde el niño o la niña disponga de una mesa y una silla que le permita estar en una postura adecuada. Además, no debe haber televisores, ordenadores o personas conversando entre ellas que puedan fácilmente (aunque sea de manera involuntaria) interferir en su concentración.
  2. Establecer horarios.  A veces basta con que establezcamos ciertas horas de estudio al día (siempre teniendo en cuenta el curso, edad y capacidades de nuestr@ hij@). Las personas funcionamos mejor cuando somos organizadas es por ello que existen las agendas, calendarios y horarios. Nos ayudan a estar anticipados y preparados en las diferentes actividades a las que tenemos que hacer frente por lo que además nos permite una mayor y más efectiva distribución de nuestro tiempo. En l@s niñ@s ocurre igual. Si desde edades tempranas les enseñamos a planificarse, pronto entenderán que cada cosa tiene su tiempo y que, con una buena organización, pueden hacer de todo. Por ejemplo, podemos empezar instaurando dos horas de estudio al día independientemente de si se tiene examen o deberes. Para ello podemos servirnos de un simple despertador programado para que suene a las dos horas, de esta forma evitaremos que el niño o la niña esté mirando el reloj continuamente. Al principio les costará pero poco a poco se irán adaptando. En ese tiempo pueden hacer las actividades o trabajos de ese día (importante revisar su agenda de manera diaria) o bien si no tienen, seremos nosotros mismos quiénes les planteen la tarea a realizar  (por ejemplo, empezar a estudiar el examen de la semana que viene). Y no olviden, que el hecho de ir a entrenar también contribuye a mejorar su capacidad de organización y planificación ya que supone el compromiso de cumplir con ciertos horarios y con la puntualidad.
  3. Establecer pequeños objetivos diarios: Por supuesto, de nada nos servirá establecer varias horas de estudio al día si luego nuestr@ hij@ pasa la mayor parte de las mismas whatsappeando (o en cualquier otra red social) o jugando con el móvil.  Lo ideal sería retirar cualquier estímulo que pueda distraer su atención en concreto, el móvil se ha convertido en uno de los más potencialmente distractores situándose entre las principales causas de fracaso escolar en nuestro país. Una forma sencilla y a la vez objetiva de conocer si han sabido aprovechar el tiempo de estudio es establecer pequeños objetivos diarios: pueden ser o bien los deberes que tengan para ese día o bien los resúmenes de las páginas o temas que les entraran en el examen de la siguiente semana. A la hora de establecer los objetivos y, al igual que ocurre con los horarios, tendremos que tener presentes ciertas variables como la edad, el curso, las tareas a realizar o si ese día tienen entrenamiento o alguna otra actividad extraescolar. Se trata de establecer ciertos límites pero siempre desde un marco flexible y adaptado.
  4.  El arte de las recompensas. Un aspecto clave que muchos olvidamos bajo la premisa de que “Es su deber” es el de reforzar a nuestr@s hij@s cuando han sacado una buena nota o simplemente cuando han hecho bien una determinada actividad sin embargo, si castigamos cuando ocurre todo lo contrario. Reforzar implica otorgar una recompensa a una conducta provocando un aumento en la frecuencia de emisión de dicha conducta. ¡Ojo! Recompensar no significa tener que comprar algo cada vez que hagan algo bien. Además de los reforzadores materiales (los que se compran) encontramos otros dos tipos mucho más efectivos y menos costosos: los sociales y los de actividad. Los primeros son aquellos que a todos nos gusta recibir cuando hacemos bien nuestro trabajo o cualquier otra actividad como los halagos , las felicitaciones, gestos de aprobación, sonrisas o “palmadas en el hombro”. Algo tan sencillo como felicitarle por terminar sus deberes antes de tiempo o hacerles saber lo orgullosos que estamos de ell@s por el esfuerzo que están realizando aumentarán la probabilidad de que al día siguiente se sienten  en la mesa de estudio con muchas más ganas buscando otra dosis de aprobación por  nuestra parte. Este tipo de reforzadores han de suministrarse diariamente, siempre de manera inmediata y conectada a la actividad o hecho por el cual están siendo reforzados. Los reforzadores de actividad son aquellos que permiten al niño o la niña realizar una determinada actividad que les produce placer: salir a jugar a la calle, ir al cine, ver la tele o jugar al ordenador son algunos ejemplos (no cuenta la hora de entrenamiento, recordad que estamos intentando que pueda dedicar tiempo a ambas cosas a la vez sin que ninguna se vea interferida). En este caso a nuestr@s hij@s debe quedarles claro que para acceder a este tipo de reforzador deben haber logrado los objetivos planteados para ese día. En ningún caso debemos ceder y permitirles realizar la actividad antes de haber realizado  la tarea o si en el tiempo establecido no la ha finalizado. Basta con que lo hagáis una sola vez, para que tiréis por tierra todo lo que habíais  ido logrando. Con respecto a los reforzadores materiales (comprar algún juguete, darle un dulce, regalarle un juego nuevo), hay que tener cierto cuidado con ellos. Estos resultan muy atractivos y por tanto muy  motivadores por lo que suelen tener una mayor eficacia en el periodo inicial de instauración de la conducta sin embargo, es recomendable ir proporcionándolos de manera intermitente (Podemos empezar con un periodo de refuerzo  fijo como recompensar  cada 5 días que estudia durante las dos horas establecidas, y pasar luego a uno intermitente reforzando materialmente cada promedio de tres días en los  que realiza la tarea antes del tiempo establecido). Progresivamente debemos ir aumentando el tiempo promedio de reforzamiento de tal manera que el niño o la niña irán aprendiendo que para lograr aquello que quieren, antes deben esforzarse y ser perseverantes. Un ejemplo de ello es regalarle algo que ellos deseen (y que previamente deberán haber negociado con vosotros) a final de cada trimestre o a final de curso  siempre y cuando hayan superado los objetivos establecidos más a largo plazo que en la mayoría de los casos, será el aprobar todas las asignaturas al final de cada trimestre o  al terminar el curso.

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