viernes, 7 de noviembre de 2014

Estrategias de control de la ansiedad: la importancia de su integración en la planificación deportiva.

Fuente: Google
En la actualidad, los problemas derivados de variables como el estrés o la ansiedad son las demandas clínicas que más frecuentemente los deportistas transmiten a los profesionales de la Psicología del Deporte o en su defecto, a entrenadores y entrenadoras. Esto se acentúa aún más si nos centramos en los deportistas de alto rendimiento dónde la presión, el estrés o el agotamiento son consecuencias inherentes a las situaciones de competición en las que se ven sumergidos de manera continua. Todo ello sin olvidar además otros daños colaterales que se producen como consecuencia, como por ejemplo la desmotivación que puede hacer que los deportistas vean mermadas sus ganas de competir y dejen de hacerlo con ilusión.

Ya lo dijo en su momento Johan Cruyff, “no basta con entrenar fuerte, hay que entrenar inteligentemente”.  Es aquí donde radica la importancia del entrenamiento psicológico con el objetivo fundamental de maximizar la capacidad de concentración de los/las deportistas y además el incentivo de sus motivaciones para hacer deporte y/o competir. El entrenamiento psicológico es un camino a recorrer de la mano del profesional de la Psicología del Deporte, entrenadores/as y deportistas en un esfuerzo conjunto por conseguir en estos últimos, un rendimiento adecuado mediante el desarrollo de un efectivo control sobre las variables psicológicas que intervienen en los procesos de estrés y ansiedad que entran en escena en las situaciones deportivas, todo ello a través del aprendizaje de recursos y cualidades útiles a la hora de ejecutar un correcto desempeño deportivo.

Desde la Psicología del Deporte y la Actividad Física se han descrito numerosas técnicas destinadas a controlar los niveles de estrés, aumentar o disminuir la activación o arousal y reducir los niveles de ansiedad. A pesar de ello, no son pocos los que califican como normales este tipo de reacciones ignorando la existencia de estas técnicas de entrenamiento mental que además de repercutir en el bienestar del/la deportista mejoran su rendimiento.

El control del estrés y la ansiedad supone un proceso progresivo y al igual que cualquier aprendizaje técnico o táctico, requiere en primer lugar una explicación sobre las estrategias que pueden utilizarse para posteriormente, llevar a cabo la integración de dichas estrategias en los entrenamientos del deporte en cuestión, de tal manera que puedan ponerse en práctica el mayor número de veces posibles y en situaciones lo más parecidas a la realidad. Solo de esta forma, los deportistas lograrán a aprenderán a extrapolar estas estrategias a las situaciones de competición y serán capaces de regular sus niveles de activación adecuándolos a las exigencias del momento y la ejecución.  Esto puede realizarse de muy diversas formas, por ejemplo enseñando ejercicios específicos de respiración. Entrenar la respiración no solo ayudará a controlar la ansiedad derivada de las situaciones competitivas sino que además, desarrolla la capacidad pulmonar otorgando a el/la deportista una mejor resistencia influyendo por tanto en su rendimiento físico. El entrenamiento en respiración resulta una técnica muy sencilla a la vez que útil que puede integrarse muy fácilmente con los ejercicios que se pongan en práctica durante las sesiones de entrenamiento sobre todo, si estamos trabajando con todo un equipo puesto que nos permite enseñarla y practicarla todos a la vez sin que tenga que hacerse una intervención individualizada para su aprendizaje. También contamos con las técnicas de relajación muy eficaces a la hora de evitar o eliminar tensiones musculares, facilitar la recuperación tras el ejercicio e incluso permiten un mejor descanso facilitando el sueño y ayudando a reducir el insomnio, circunstancia de vital importancia en aquellos/as deportistas que presentan dificultades para descansar las noches previas a la competición. Al igual que las técnicas de respiración, presentan la ventaja de que pueden ser enseñadas a todo el grupo a la vez en el caso de los equipos por lo que pueden ser integradas dentro de la sesiones de entrenamiento. Ambas pueden complementarse y aparecer de manera conjunta y una vez aprendidas, el/la deportista podrá ponerlas en marcha en cualquier situación que lo requiera, ya sea deportiva o de cualquier otro ámbito de su vida.
Fuente: tennisicoach.com

También es importante valorar y tener en cuenta los pensamientos de los/las deportistas. Muy frecuentemente los pensamientos negativos sobre la propia persona y su desenvoltura en la ejecución futura, tienden a generar emociones negativas que tienen como consecuencia el aumento de los niveles de activación de la persona lo que se traduce en un inadecuado rendimiento. Las expectativas que tenga el/la deportista en cuestión a la hora de enfrentarse a una situación competitiva juegan un papel fundamental, puesto en función de ellas la visión de la situación puede ser o bien de reto o desafío; o bien puede ser vista como algo amenazante y por lo tanto generadora de ansiedad. Así pues se hace recomendable incluir en el plan de entrenamiento varias sesiones destinadas al control de los pensamientos. En el caso de que algún/a deportista presente una mayor dificultad a la hora de regular estos pensamientos será indispensable realizar con el/la misma sesiones más individualizadas para trabajarlo. Estos pensamientos negativos o distorsionados, a veces suelen ser consecuencia de objetivos establecidos inadecuadamente o que son poco realistas, por lo que para alcanzarlos hay que invertir una gran cantidad de esfuerzo que al no verse logrado incrementan las valoraciones negativas sobre las propias destrezas o habilidades y estimulan fácilmente la elevación los niveles de ansiedad. Por lo tanto desde el principio de la temporada, establecer los objetivos adecuados a través de una correcta y sistemática programación es algo fundamental. Además, si estos objetivos a largo plazo se desmenuzan en sub-objetivos intermedios que se vayan cubriendo a corto plazo, lograremos mantener adecuados niveles de motivación en los/las deportistas y aumentaremos sus niveles de autoconfianza y con ello, reduciremos la probabilidad de experimentar ansiedad. Incluir a los/las deportistas a la hora de realizar la planificación y establecimiento de objetivos les hacen sentirse integrados y parte importante en el equipo, les ayudará a saber a que tendrán que hacer frente y por lo tanto, a anticipar y estar preparados en posibles situaciones futuras dejando de lado la incertidumbre y el desconocimiento y por tanto las reacciones ansiosas que suelen acarrear.

Por último, y no por ello menos importante, se encuentra la técnica de la visualización. Esta técnica también permite a el/la deportista preparar y anticipar situaciones a las que posiblemente en algún momento deba hacer frente. La visualización se basa en imaginar determinadas situaciones deportivas de la manera más fidedigna posible así como todos los aspectos que giran en torno a ellas. El/la deportista al imaginarse a sí mismo/a desempeñando una tarea o ejecución y todo aquello que pueda influir en ella aumentará su percepción de control en el momento de enfrentarse a la situación real, así como su confianza y seguridad evitando preocupaciones derivadas de la improvisación que provocan que la ansiedad se vea disparada. La visualización es una técnica que puede aplicarse tanto en grupo como a nivel individual en función de lo que la situación requiera.

En definitivas cuentas, todas estas técnicas y otras muchas que podemos encontrar, pueden integrarse en la programación de los entrenamientos sin que ello suponga una gran alteración de la misma. Una correcta planificación al inicio de la temporada incluyendo la enseñanza de este tipo de técnicas para el control del estrés y/o la ansiedad harán que los/las deportistas las interioricen de manera progresiva lo que resultará una medida preventiva y eficaz a la hora de hacer frente a las situaciones competitivas que generan este tipo de reacciones, disminuyéndolas e incluso evitando su aparición e influyendo de manera muy positiva en su rendimiento deportivo.

Bibliografía consultada:
COX, R. 2007. Relaciones entre la ansiedad, la activación y el estrés.  En: Psicología del deporte. Conceptos y aplicaciones. Madrid: Editorial Médica Panamericana S.A. , pp. 195-237.
LADRÓN, A.; ROMÁN, P. Y ÁLVAREZ-CIENFUEGOS, L. 2012. Trastornos de ansiedad. En: Psicología Clínica. Manual de preparación PIR. Madrid: Academia CEDE, pp 223-264.
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lunes, 20 de octubre de 2014

El dilema del prisionero: ¿Competir o cooperar?.

El “Dilema del prisionero” es probablemente uno de los tipos de juegos más famosos en lo que a representación de situaciones conflictivas de intereses entre  individuos se refiere, y es estudiado desde la llamada Teoría de los Juegos que estudia las situaciones de interdependencia, situaciones en las que tanto las acciones que realicen los diferentes individuos como los resultados esperables de ellas dependen de las acciones que los otros lleven a cabo (Aguado 2007). Este juego se enmarca dentro de la tipología “Equilibrio de Nach” situación en la que cada jugador individual no gana nada modificando su estrategia mientras que los otros mantengan las suyas.

En él se expone a grandes rasgos el siguiente problema: dos delincuentes son detenidos y encerrados en celdas de aislamiento de forma que es imposible la comunicación entre ellos. Son sospechosos de haber cometido un delito grave y no hay pruebas suficientes para condenarlos. Un agente visita a cada uno de ellos de manera aislada y les ofrece el mismo trato: si uno confiesa y su cómplice no, el segundo será condenado a la pena total de diez años mientras que el primero será liberado. Si uno calla pero el cómplice confiesa, el primero recibirá la pena y el cómplice saldrá libre. En caso de que ambos confiesen los dos serían condenados a 6 años mientras que si ambos lo niegan todo, la pena será de 6 meses. De esta manera, el resultado de cada elección depende de lo que elija su cómplice sin que ninguno de los implicados conozca la decisión del otro. 

 Sin duda, este dilema puede extrapolarse y servir de ejemplo a muchos ámbitos de la vida como la economía o la política dónde la competición y/o la cooperación juegan un papel primordial en su día a día, sobre todo en el  mundo del deporte.

Si tenemos en cuenta todas las alternativas posibles observamos que confesar es una estrategia dominante puesto que, con independencia de lo que decida el otro, confesando uno reduce su condena (si el otro confesara) o la elimina (si el otro no confesara). Sin embargo,  la estrategia ideal sería que ambos no hablaran lo que supondría haber mirado por un bien común y serían condenados a sólo 6 meses de cárcel.  El caso es que las mejores opciones son aquellas en las que ambos toman la misma decisión, ya sea confesar o no, ya que desembocan en una reducción de la pena para ambos y no solo para uno de ellos o lo que es lo mismo, remar en una misma dirección. Y es aquí dónde radica el problema del trabajo en equipo; es aquí donde el dilema del prisionero cobra todo su sentido.

Los conflictos en los equipos son algo muy común y a la vez necesario. Una gestión adecuada del conflicto ayuda a corregir errores, generar nuevas alternativas y resolver situaciones que fomentan el aprendizaje y el crecimiento, tanto a nivel personal como grupal.  Muchos de estos conflictos suelen generarse debido a las tensiones inherentes a las situaciones de competición y sobre todo, en aquellas en las que no todos los componentes de un grupo reman en la misma dirección, y con ello no hago referencia solo a jugadores/as sino que también incluyo a entrenadores/as, cuerpo directivo y todos aquellos/as que en su conjunto, forman el grupo. Aunque no existe una definición exacta del concepto, autores como José de Jesús González (2003) recogen en su obra determinadas características que podrían identificar a un grupo: interacción entre sus miembros, percepciones y conocimientos de los miembros, motivación y necesidad de satisfacción, metas grupales, organización e interdependencia. Por otro lado, cabe resaltar un concepto esencial a la hora de hablar de los grupos y no es otro que el de sinergia el cual hace alusión a la integración de ciertos elementos que darían como resultado algo mayor que su suma, esto es, cuando el todo es mayor que la suma de sus partes, estas se unen sinérgicamente y se crea un resultado que aprovecha y maximiza las cualidades de cada uno de los elementos. Un ejemplo claro de sinergia es el mecanismo de un reloj: sus piezas por sí solas no funcionarían ni tendrían ningún sentido sin embargo, una vez unidas, el mecanismo empieza a funcionar. Lo mismo ocurre con los equipos, ya sean deportivos o de cualquier otro ámbito.

En definitiva y enlazando todo esto con el dilema del prisionero cabe decir que para que se de esa sinergia, ambos prisioneros deben remar en la misma dirección y por tanto dejar a un lado los intereses individuales para mirar por el interés común. Solo así podrán maximizar los resultados para ambos.  Situación que puede aplicarse fácilmente al terreno de juego sobre todo si tenemos en cuenta una de las características mencionadas previamente sobre la definición de grupo: el establecimiento de metas comunes. Es por esto, que solo cuándo todos los componentes de un equipo, y reitero que con ello incluyo a todo el personal que forma parte del mismo, apartan la vista de sus intereses personales y empiezan a dirigirla hacia el interés grupal, el rendimiento del conjunto tendrá ese efecto sinérgico que se traducirá en una maximización de los resultados en muchos sentidos, personales y deportivos: un crecimiento asegurado que incluso puede dejar entrever su importancia en muchos casos de fair play, dónde la individualidad pasa a un segundo plano y la cooperación adopta su papel más protagonista.


Bibliografía consultada:

AGUADO, J.C.  2007. Teoría de la decisión y de los juegos. Madrid: Delta Publicaciones.

GONZALEZ, J.J.  2003. Interacción grupal y psicopatología. México: Plaza y Valdés S.A.

martes, 23 de septiembre de 2014

Ni ganar lo es todo, ni lo único tampoco.

Hoy día, es algo casi innegable el hecho de que las personas que participan en cualquier tipo de deporte de competición o cualquier actividad de ocio que implique competir se sumergen en este tipo de actividades con la vista puesta en la victoria. A lo largo de los años estas actividades han ido dejando de lado su dimensión más lúdica, esto es: la que hacía que las personas participaran en ellas por entretenerse, divertirse y/o establecer relaciones interpersonales mediante los intereses comunes; para abrir paso y de manera agigantada a su dimensión más ambiciosa y competitiva: ganar, ganar y ganar. Esto me recuerda a aquella famosa cita de Lombardi que decía "Ganar no lo es todo, es lo único". 

Fuente: Google.
Es cierto que a los más pequeños, e incluso a los ya no tanto, se les intenta inculcar a base de repetir en numerosas ocasiones la filosofía de “lo importante es participar”.  Sin embargo, en primer lugar cabría poner en duda la credibilidad con la que padres, madres  y entrenadores/as pronuncian estas palabras. Más aún, cuando el/la niño/a acaba de perder  una competición y la utilizan a modo de consuelo.  Lo cierto es, que son muchos los que no conocen el verdadero significado de esta frase puesto que es así como ha llegado hasta nuestros días a lo largo del tiempo. En segundo lugar, tiende a dar la impresión de ser una filosofía de vida cuanto menos, derrotista, con la que no se suele estar de acuerdo ¡y no es para menos!

Fue Baron Pierre Coubertin quién en su discurso de las olimpiadas de Londres en 1908 realizó la siguiente afirmación: “lo más importante no es ganar sino participar, porque lo esencial en la vida no es lograr el éxito sino esforzarse por conseguirlo”. Ahora la cosa cambia. Si realmente lo único importante fuera participar nadie se esforzaría, ni lucharía, ni se dejaría la piel en el terreno de juego. Y es que, hay ocasiones en las que, aunque el esfuerzo invertido durante meses no se recompensa con el primer premio, la mayor victoria para uno mismo puede ser el haberse superado o el haber llegado hasta dónde esté. Esto me recuerda a una famosa cita de Aristóteles “Considero más valiente al que conquista sus deseos que al que conquista a sus enemigos, ya que la victoria más dura es la victoria sobre uno mismo”. Sin duda, para superarnos y esforzarnos tenemos que poner el punto de mira en una meta-objetivo y por lo general, esta suele ser ganar.

El proceso de competir, conlleva de manera implícita asumir dos circunstancias: éxito y fracaso. Las personas somos optimistas por naturaleza, y bajo mi punto de vista, esto suele ser otro de los factores que tienden a impulsarnos a competir, esto es, aunque las probabilidades de victoria o derrota teóricamente sean las mismas, tendemos a maximizar nuestras expectativas de éxito y a minimizar las de fracaso. Lo cierto es que a nadie le gusta perder, ni el deporte ni en cualquier situación de la vida que implique dicha opción. En nuestra sociedad, perder suele ser sinónimo de fracasar y esto es otra de las cosas que a nadie le gusta. Y a veces,  puede traducirse en problemas.

Desde que se inician en el deporte, a los más pequeños se les inculca en  valores que versan sobre él éxito y la victoria. Se les enseña a competir y a luchar con el único fin de que aprendan que ganar, debe ser su única motivación en este mundo. Y sin embargo, se dejan de lado otros aspectos muy importantes que deben potenciarse en esas edades entre ellos, aprender a aceptar las derrotas. La consecuencia directa de no asumir que no siempre se puede ganar, a pesar de invertir todo el esfuerzo del mundo, suele traducirse en sentimientos de frustración, fracaso o inutilidad cuyo malestar tiende a manifestarse a través de reacciones de agresividad o depresión.  A corto plazo, esto puede derivarse en consecuencias tales como conflictos con rivales, compañeros, entrenadores y árbitro o disminución del rendimiento durante la situación de competición. A largo plazo, la medida en cómo se acepte una derrota va a determinar la manera de hacer frente a futuras situaciones de competición por lo que no digerir “el perder” puede condicionar la ejecución del deportista ya que este puede haber generado ciertas expectativas de fracaso en base a las experiencias previas que pueden entrar en juego en el momento de la competición adoptando ideas como “soy un perderdor”, “Todos van a pensar que no valgo para esto”, “lo voy a hacer mal”, que lejos de solventar y mejorar la situación no harán más que empeorarla.

Es por ello que, bajo mi punto de vista, frases como “Ganar no lo es todo, es lo único”  son responsables de aquellas creencias que muchos adoptan y que lideran muchos aspectos de su vida:  la idea de que el ser humano puede controlarlo todo y que por tanto perder, es sinónimo de fracasar. Y fracasar es blanco directo de críticas, ya sean externas o internas. Perder, después de muchos y muchos meses de trabajo y esfuerzo no siempre es consecuencia de nuestras actuaciones. Hay por tanto factores que no podemos controlar y que quedan lejos de nuestro alcance. Lo mismo ocurre cuando ganamos y sin embargo, esto a penas suele captar nuestra atención. Por lo tanto, estoy de acuerdo en transmitir la importancia del ganar en el sentido de aceptar tal concepto como meta dónde fijar nuestros objetivos, sin embargo defiendo que no es lo único que debe importar a la hora de competir pues se ponen en juego otros valores que están al mismo nivel que lograr el éxito y que solo se aprecian cuando este se da: la superación, la constancia y el esfuerzo. A grandes rasgos, tres elementos  que interactúan a lo largo de nuestros caminos hacia la competición y cuya recompensa principal primero, debe venir de uno mismo y si luego llega la victoria, mucho mejor.


viernes, 12 de septiembre de 2014

El enfoque interaccionista en el estudio de la personalidad del deportista.


Fuente: google
Los estudios sobre la personalidad del deportista centran su atención en conocer si existe o no un tipo de personas cuyas características psicológicas concretas puedan llegar a augurar el éxito en una determinada actuación deportiva. También han venido centrando su atención en encontrar la respuesta al porqué en determinadas situaciones un mismo deportista rinde bien y otras no tanto. Por lo tanto podemos deducir que realizar un estudio al completo de todos los factores que determinarían una ejecución deportiva para alcanzar el éxito o aquellos que se han puesto en juego para dar lugar al éxito o a la derrota es algo casi utópico.

 En función de a qué paradigma nos estemos adscribiendo a la hora de explicar una determinada actuación deportiva podríamos situarnos en un enfoque internalista si atribuimos el éxito o fracaso de la situación a variables internas al sujeto; en un enfoque situacionista si situamos las causas del éxito o fracaso en variables externas al individuo o en un enfoque interaccionista si atendiéramos tanto a variables internas como externas y a la interacción de las mismas, a la hora de explicar la conducta en cuestión.

 Según apunta un artículo publicado por la Revista de Psicología del Deporte acerca de los estudios que se han realizado para determinar los paradigmas más usados dentro del campo de la personalidad aplicados al ámbito deportivo, un 55% han venido utilizando el paradigma interaccionista y un 45% el paradigma internalista mayoritariamente. A su vez también afirma que en los últimos años se ha incrementado los enfoques interaccionistas y sobre todo los cognitivos.  Sara Márquez y Nueria Garatachea (2009) en su libro “Actividad física y salud” recomienda realizar  estudios de la personalidad del deportista desde el enfoque interaccionista ya que considera que a través del mismo, permite analizar de forma sistemática la influencia de las situaciones y de las variables personales sobre la conducta. Shephard (1996) por su parte, ya apuntaba que adoptar una perspectiva interaccionista evitaría la realización de pronósticos simples y absolutistas entre personalidad y comportamiento, superando así el reduccionismo de explicar la conducta atendiendo solo a una sola dimensión: o bien la interna o bien la externa. Este mismo autor reflejaba en su literatura como en los últimos años, tanto la psicología general como la aplicada al deporte se ha ido alejando poco a poco de las teorías de los rasgos para elaborar teorías desde la perspectiva de la interacción individuo- ambiente.

Por lo tanto y en base a lo anteriormente establecido, puede concluirse que el paradigma más utilizado y a la vez más recomendado para dar explicación a la personalidad de los deportistas, es el del interaccionismo. Esto se debe fundamentalmente a que la adopción de esta perspectiva a la hora de explicar la conducta de un deportista implica tener en cuenta un amplio número de factores que entran en juego durante la ejecución de la misma, a diferencia de lo que sucedía con los otros dos paradigmas los cuales solo permitían situar los determinantes en una sola dimensión: interna o externa al individuo. Así el enfoque interaccionista permitiría por ejemplo, precisar aquellas características de la personalidad que influyan en comportamientos específicos en situaciones que cambian de una vez para otra y determinar además, como estas características interactúan con aquellos factores cambiantes relacionados con la situación. Atender a este enfoque implica reconocer la necesidad de describir cómo respondería cada persona a cada situación como única forma de entender la personalidad ya que, a mayor número de factores tenidos en cuenta, más completa y fiable será la descripción de la misma lo que nos permite obtener un cierto grado de controlabilidad que se traduciría en una predicción mucho más eficaz y fiable en vistas a situaciones similares futuras que puedan tener lugar. En consecuencia, es esencial que tanto entrenadores/as como psicólogos/as del deporte en su labor conjunta, observen el comportamiento del/la deportista ante las diferentes situaciones.



 FUENTES CONSULTADAS
BAUZÁ, N. Y VIVES, M. 2008. La actividad física y el deporte desde una perspectiva integradora. Revista de Psicología Deportiva, 17 (1), 167-173. ISSN 1132-239X
MÁRQUEZ, R. Y GARATACHEA, N. 2009. Actividad física y salud. Madrid: Ediciones Díaz de Santos, S.A.

SHEPARDH, R. 1996. La resistencia en el deporte. Barcelona: Editorial Paidotrobo.

jueves, 11 de septiembre de 2014

El modelo de Bass: Liderazgo transformacional Vs. Transaccional.


Numerosos investigadores han dirigidos sus esfuerzos  a lo largo de los años para comprender las diversas facetas que abarca el liderazgo. No son menos las diferentes clasificaciones que se han venido haciendo en referencia a los diferentes tipos de líderes en función de diversas variables criterio por ejemplo, la que alude a la distinción entre líder formal vs. Líder informal, o la comúnmente conocida de mano de las investigaciones de Lewin que alude a las diferencias entre  líder democrático, autoritario o laissez fair.

Fuente: google.
Bass estableció otra clasificación del liderazgo dónde diferenciaba dos tipos de líderes: transaccionales y transformacionales. En la actualidad, este modelo sobre  liderazgo es uno de los que cuenta con una mayor cantidad de investigaciones a sus espaldas sobre todo, en lo que al liderazgo transformacional respecta. Este autor se basó principalmente en las ideas originales de House sobre el liderazgo carismático y de Burns sobre el liderazgo transformacional. (Nader y Castro 2007). El liderazgo transaccional es aquel en el que el líder ayuda a sus seguidores para que logren los resultados esperados pero es considerado como inmaduro ya que llega a anteponer sus necesidades a las del resto sin lograr que los miembros del grupo aúnen sus esfuerzos para alcanzar las metas comunes. Por el contrario el liderazgo transformacional estaría más relacionado con habilidades tales como el desarrollo y movilización de los recursos humanos hacia los niveles más elevados de satisfacción haciendo que los miembros del grupo logren más de lo que esperaban conseguir en un primer momento. (Palomo 2010)

    Bass (1985) en su obra  Leadership and Performance beyond Expectations” describe el liderazgo transformacional a partir de los efectos que el líder es capaz de producir sobre los diferentes componentes de un grupo que le sigue. Este tipo de líderes son capaces de promover cambios a partir de dar a conocer la importancia y el valor de obtener unos resultados adecuados tras la realización de determinadas tareas asignadas previamente. A su vez, el líder transformacional genera un clima de confianza y respeto por parte de sus seguidores puesto que los incita a que vayan más allá de sus intereses personales de cara a los objetivos del equipo, lo que se traduce en una motivación de logro mayor que la esperada.  

   Pero ¿cuáles son las características que presentan los líderes transformacionales en contraposición a los transaccionales, que lo convierten en uno de los estilos de liderazgo más eficaces según la literatura existente al respecto? El propio Bass establece una serie de características que definen a este tipo de liderazgo:
  • Carisma: se proponen como ejemplos a seguir.
  • Inspiración: proveen de significados las acciones de sus seguidores.
  • Estimulación intelectual: alentando a la búsqueda de soluciones alternativas a los problemas de vayan surgiendo.
  • Consideración individualizada: preocupación por las necesidades a nivel individual de los componentes.

     Por otro lado, estas serían las características del liderazgo transaccional:

  • Recompensa contingente: utilizan intercambios y/o negociación a cambio del logro de objetivos o consecución de metas organizacionales.
  • Dirección por excepción: suelen monitorear muy de cerca las actividades del grupo para evitar errores o desviaciones del procedimiento o norma.
  • Aplicación de acciones correctivas en caso de error.

    Como se ha aludido previamente, muchos son los autores que apoyan de manera vehemente la figura del líder transformacional.  Por ejemplo Bass al comparar ambos tipos de liderazgo concluyó que a diferencia de los que ejercían un liderazgo transaccional los líderes transformacionales tenían la capacidad para cambiar tanto la escala de valores de un grupo como las actitudes y creencias de los componentes del mismo.  Kouzes (Palomo 2010) por su parte, considera que estos líderes son capaces de convertirse en una inspiración de superación para los diferentes componentes de un equipo, proporcionan reconocimiento a nivel individual, incitan la búsqueda de alternativas o estimulan diferentes formas de pensar y además facilitan la identificación o subordinación de sus propios intereses  a los grupales.

    En resumidas cuentas se deduce que el liderazgo transformacional estimula la emergencia de conductas mucho más eficaces y efectivas frente al liderazgo transaccional al que además, supera en el hecho de que cabe esperar niveles más altos de motivación de los componentes del equipo a la hora de dar más de lo que se espera de ellos. Para ello, resulta esencial que entrenadores/as entiendan la importancia de otorgar atención a sus deportistas y además promover el desarrollo y crecimiento entre ellos estimulándolos de manera intelectual mediante acciones que les permitan asumir la incertidumbre para que posteriormente, generen nuevas alternativas de pensamiento de cara a las situaciones que se planteen durante los entrenamientos o las situaciones competitivas. Si bien es cierto, que hay ciertos líderes que poseen otras características muy diferentes a las expuestas por el modelo de liderazgo transformacional de Bass pero gracias a la existencia del mismo, ya que nos expone las características de este eficaz estilo de liderar, y a la plasticidad del comportamiento humano, desde la Psicología del Deporte, podemos desarrollar y potenciar en los entrenadores/as aquellas características que les acercan a un liderazgo mucho más eficaz. Si se consigue generar un fuerte vinculo emocional líder- equipo y además ambos bandos se dirigen hacia una visión compartida, inevitablemente se producirá un aumento del autoestima y de la seguridad personal de los componentes del grupo por lo que responderán de manera positiva a aquello que su líder les exija y lo harán con un mayor y mejor esfuerzo en aras a los objetivos colectivos del propio grupo. A todo ello, se le suma el impacto favorable que llega a tener la puesta en marcha de un liderazgo transformacional en las reacciones emocionales y psicológicas derivadas de las características implícitas del mismo. 

Bibiliografía consultada.

BASS, B. 1985. Leadership and Performance beyond Expectations. New York: The Free Press.

NADER, M. Y  CASTRO, A. 2007.  Influencia de los valores sobre los estilos de liderazgo: un análisis según el modelo de liderazgo transformacional - transaccional de Bass. Universitas  Psychologica. [en línea], 6 (3), 689-698. [Consulta: 3 septiembre 2009]. ISSN 1657-9267. Disponible en http://pepsic.bvsalud.org/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1657-92672007000300018&lng=pt&nrm=iso.

PALOMO, M.T 2010. Liderazgo y motivación de equipos de trabajo. Madrid: ESIC Editorial.

sábado, 23 de agosto de 2014

Píldoras para digerir la derrota. Las ventajas de aprender a perder.

A lo largo de nuestra vida nos encontraremos antes situaciones en las que, inevitablemente, no siempre nuestro esfuerzo, trabajo y dedicación  se traduzcan en la recompensa que esperamos en función de aquello que hemos invertido para conseguirlo, sobre todo en el deporte.

Éxito y derrota están estrechamente ligados. El paso de uno a otro puede darse en tan sólo cuestión  de minutos, basta con que no nos lo esperemos para que esto pueda suceder, como aquel gol de Iniesta tras casi 114 minutos de partido y al final de la segunda parte de la prórroga, que le dio a nuestra selección su triunfo en el Mundial. Pero ¡claro!, cuando se trata de perder a nadie le agrada tirar por la borda meses de incesante trabajo o minutos de una brillante competición en tan solo un abrir y cerrar de ojos.

Todos hemos experimentado alguna vez esos sentimientos que genera el perder, ese vacío fruto de no ver recompensado todo aquello por lo que hemos luchado hasta llegar a esa situación, un proceso emocional que no todos logran digerir. Y es que estamos tan educados en la filosofía del ganar y de conseguir la victoria por encima de todo, que el perder se convierte en un mal  trago por el que no se quiere volver a pasar. 

El problema del no saber perder no solo se traduce en la actitud del/la deportista durante la competición o cuando esta finaliza: faltas, insultos e incluso tirar el material de competición por los aires como si de esa manera desapareciera la desgracia o los reproches hacia uno mismo. Gestos que delatan la rabia y frustración propia del momento. El problema de verdad se da cuándo, lejos de hacer una profunda reflexión sobre la ejecución desempeñada, echamos balones fuera atribuyendo nuestro fracaso a factores externos que poco o nada han tenido que ver con nosotros y sobre los cuáles no tenemos control alguno pero que en parte, nos liberan del sentimiento de culpa.

Según la Teoría de la Atribución de Heider, el ser humano tiene una tendencia innata a buscar causas a todo cuanto acontece en su alrededor. La incertidumbre nos crea una especie de disonancia cognitiva que no aceptamos y que nos lleva a atribuir las conductas, ya sean propias o de terceras personas, a dos posibles causas: externas, tales como la suerte, el estado del terreno de juego o  decisiones de jueces y árbitros entre otros; e internas, aquellas que dependen únicamente del/ la deportista como la motivación, la concentración o la intensidad. Estas últimas, son aquellas variables que sí podemos controlar por tanto,  identificar sus fallas nos ayudará a poder encarar y afrontar la derrota de cara a un nuevo desafío haciendo que podamos replantearnos nuevos objetivos sin obsesionarnos con la idea de que el fracaso y sus reacciones derivadas vuelvan a hacer acto de presencia en la próxima vez.

Evidentemente competimos para ganar, nadie se esfuerza y trabaja duro sino es porque se tiene la vista puesta en la victoria sin embargo, ello no implica no aceptar la derrota como parte inevitable de la vida. Para ello es necesario aprender a asumir responsabilidades; buscar, rebuscar y encontrar en nosotros aquella parte de la derrota que posiblemente haya estado bajo nuestro control  para poder mejorar. Por supuesto, no debemos olvidarnos de esos casos de los que se mencionaban al inicio, en los que a veces el desempeño no se ve recompensado con los resultados obtenidos en los que verdaderamente las causas han sido incontrolables, en los cuales solo cabe reinterpretar la situación y sacarle su lado más positivo. 


Sea cual sea la situación a la que nos hayamos enfrentado,  la manera en cómo asumimos, valoramos e interpretamos una derrota e incluso una victoria, va a determinar nuestra manera y capacidad para hacer frente a una nueva competición. Por lo tanto, cada vez que no realizamos un análisis de la competición perdemos una oportunidad irrepetible de aprender y corregir aquello que solo depende de nosotros: porque conocer los factores que están bajo nuestro control nos aporta seguridad y confianza necesarias para volver a hacer frente a otro desafío. 

El secreto está en dejar de lado el por qué para centrarse en el qué hacer al respecto, atender al proceso sin conceder demasiado valor a los resultados. ¡Que nada ni nadie nos impida volver a competir con ilusión y ganas!




MOTIVACIÓN




jueves, 14 de agosto de 2014

Objetivos: ¡Ánimo, tú llevas el timón del navío, te espera una larga travesía!


El ser humano tiende a ser optimista por naturaleza por lo que en la mayoría de los casos cuando se sumerge en nuevos proyectos lo hace pensando que las cosas van a ir o al menos pueden ir bien. Si no es así, no tendría ningún sentido fijarse nuevas metas.

El problema llega cuando los resultados solo pueden verse muy a largo plazo o son demasiado ambiciosos. El no plantear nuevos proyectos o metas de una manera adecuada puede traducirse en una inevitable pereza a la hora de tener que hacerles frente por lo que pueden llegar a postergarse, a veces incluso de manera indefinida. Así la motivación que en un principio se tenía, empieza a decaer a una velocidad estrepitosa. La eterna expresión de “el lunes empiezo” como si tuviéramos la capacidad suficiente como para coger nuestra vida y darle un giro de 180 grados abandonando hábitos y rutinas que nos han acompañado durante todo el transcurso de la misma, en tan solo un abrir y cerrar de ojos.
Sin motivación difícilmente se hace posible el esfuerzo. Es cierto que la motivación es invisible como todo aquello que tenemos en nuestra cabeza: de entrada no se ve pero siempre hay que buscar un poco más allá. Así pues la solución pasa por hacerla visible de tal manera que la tengamos presente en todo momento. Para ello en primer lugar debemos preguntarnos dónde queremos llegar, qué resultados queremos conseguir y por qué queremos hacerlo. Una vez lo tengamos todo claro es importante reflejarlo sobre el papel.  Escribir supone una conducta menos anárquica que el pensar. Redactar nuestros propios proyectos y metas ayuda a que nuestro cerebro los memorice e interiorice de tal manera que hará que aumente la probabilidad de que lo tengas presente.

El segundo paso consiste en desmenuzar proyectos y metas en pequeños objetivos que se puedan ir cumpliendo más a corto plazo. Llegados a este punto es fundamental redactarlos de manera adecuada en vistas a evitar sentimientos de desesperanza o frustración que puedan surgir por su no cumplimiento, fruto de un inadecuado establecimiento de los mismos y que puede dar lugar al abandono.

A continuación se enumeran una serie de reglas principales que te ayudaran con este segundo paso:
  1. Los objetivos a redactar deben estar basados en nuestro propio rendimiento. Es decir, no pueden depender de nadie más que nosotros mismo por lo que no tiene cabida los objetivos referidos a resultados tales como “ganar todos los próximos tres partidos” en los que se ponen en juego muchas variables que tú no puedes controlar. Objetivos basados en la autoeficacia te permitirán tener control sobre la situación.
  2. Los objetivos deben ser difíciles o ambiciosos pero a la vez realistas, es decir adaptados a la capacidad de cada persona sin que esta se vea desbordada. Por lo tanto es importante que estén redactados por y para uno mismo. Adoptar objetivos que se hayan marcado terceras personas  pueden no estar acorde con nuestras capacidades por lo que la desmotivación y la frustración pueden aparecer muy fácilmente.
  3. Deben ser operativizables lo que implica que puedan identificarse claramente y definir los pasos a seguir para lograrlos. Cuanto más específicos seamos, mayor será nuestra capacidad para focalizar lo que tenemos que hacer para conseguirlos.
  4. Escribirlos y ponerlos a la vista aumentará el recuerdo y por tanto la perseverancia impidiendo que nos olvidemos de ellos. Además conlleva un mayor compromiso para y con los mismos.
  5. Redactarlos  siempre de forma positiva. Nuestro cerebro entiende y visualiza mejor cuándo utilizamos términos y palabras que representen los resultados que queremos lograr. Connotaciones negativas como el “no” al principio de un objetivo llegan a ser invisibles a nuestra mente debido a que esta solo atrae aquello que si puede visualizar.  Un ejemplo muy sencillo que leí no hace mucho y que ayuda a comprobar la realidad de este punto es el siguiente: “NO pienses en un elefante azul con tutú subido a un taburete tocando los bongos con la pata derecha y un saxofón a la izquierda. ¿En qué estas pensando? ¿cuánto ha tardado tu mente en dibujar a un zoo, un circo, un animal fantástico y todos aquellos complementos que NO le acompañaban?”
  6. Ponerles fecha. Las personas por nuestra propia naturaleza social estamos obligadas a organizarnos en función de horarios y calendarios de tal manera que logramos tener cierto orden en nuestro día a día. Establecer una fecha concreta para su cumplimiento va de la mano del siguiente punto.
  7.  Deben ser objetivos revisables y que se revisen en las fechas establecidas en el punto anterior. Comprobar de manera periódica si se están logrando adecuadamente y en caso de que así sea, reforzar y premiar nuestro propio  esfuerzo es algo fundamental para poder seguir adelante siendo perseverante en nuestro camino. En caso contrario sería importante reflexionar e intentar identificar aquello en lo que se puede estar fallando y hacer las pertinentes modificaciones.

Ya no tienes excusas para no plantearte nuevos retos que te hagan crecer ya sea como deportista o persona. Aquí tienes las claves para vencer a ese monstruo de siete cabezas que es el tiempo y a ese demonio llamado pereza que te insta a quedarte de brazos cruzados mientras la vida pasa. Tiempo, hábito y disciplina.


¡Ánimo, tú llevas el timón del navío, te espera una larga travesía!

lunes, 11 de agosto de 2014

Los factores psicológicos:un punto débil en el protocolo de apoyo médico de los Centros de Tecnificación Deportiva y Centros Especializados.

Un aspecto esencial a tener en cuenta por parte de cualquier Centro de Tecnificación Deportiva o Especializado es la protección de la salud de sus propios deportistas ya que estos se encuentran constantemente en situaciones de trabajo y esfuerzo, sobre todo en  situaciones de competición, que pueden hacer peligrar su salud y que en ocasiones, pueden prevenirse si se estudian previamente los factores de riesgo que pueden ocasionar dicho peligro; además deberá ofrecer cierto apoyo científico en aras a un mayor progreso deportivo. Para ello el Consejo Superior de Deportes elaboró un Protocolo mínimo de valoración que habría de hacerse no solo en un momento inicial sino que también habría de extenderse a momentos posteriores a modo de seguimiento. Dicho texto fue creado por una Comisión compuesta por responsables de cada área del Centro de Medicina Deportiva del C.S.D y los representantes de los Centros Médicos de las diversas Comunidades Autónomas.

Si observamos detenidamente el texto en cuestión no es difícil percatarse de que por lo general, hace referencia a la salud del deportista pero entendida en términos de salud física. A grandes rasgos el Protocolo de apoyo médico deportivo de los Centros de Tecnificación Deportiva y Centros Especializados se divide en tres  áreas: de salud, de valoración funcional y asistencial.

  1. Área de salud: en ella se atiende a los antecedentes familiares del deportista en cuestión, alergias, intervenciones quirúrgicas, en mujeres aspectos relacionados con el ciclo menstrual o embarazos, cuestiones acerca de los aparatos respiratorio, circulatorio, digestivo, urinario, genital, locomotor y nervioso, análisis de sangre o valoración del sistema endocrino. También incluye una exploración sobre el peso y sus cambios, sobre la talla, impresión general del sujeto respecto a su piel, cabeza y cuello, tórax, abdomen, genitales, neurológico y los diferentes pulsos. Se valora la columna vertebral y los miembros de las extremidades superiores e inferiores y se realizan determinadas observaciones relacionadas con los hábitos de alimentación. Por último se procede a una extensa valoración cardiológica. Todo ello con los recursos técnicos pertinentes y a cargo de un médico especialista en Medicina de la Educación Física y el Deporte.
  2. Área de valoración funcional: esta se realiza a cargo del médico especialista en Medicina de la Educación Física y el Deporte y además un Diplomado en Enfermería que esté familiarizado con la realización de ergonometrías. En esta valoración se realiza una prueba de esfuerzo incremental continua y máxima donde se realiza un registro electrocardiográfico y un análisis de los gases. Tiene como objetivos  estudiar la adaptación al ejercicio de los diferentes sistemas y aparatos del organismo así como la valoración de la condición física, la evolución del deportista en diversos momentos, dar cuenta de procesos patológicos y definir un perfil fisiológico. Los parámetros valorados se dividen en tres grupos: mecánicos (velocidad, potencia…); epirométricos (ventilación, consumo de oxigeno, producción de CO2…) y cardiovasculares (Frecuencia cardiaca y tensión arterial). Incluye además un protocolo antropométrico.
  3.   Área asistencial: cubre objetivos como la asistencia médica a la población de referencia y seguimiento de la evolución de sus pacientes, la valoración funcional de deportistas que han sufrido una lesión así como recuperación de las mismas y la prevención de posibles lesiones y enfermedades comunes del deporte. En ella se incluyen los recursos tanto materiales (consulta médica, sala fisioterapia…) como humanos (Médicos especialistas en Medicina de la educación física y deporte, ATS y fisioterapeutas y masajistas) que deben incluir los centros en aras a una adecuada asistencia a sus deportistas.
No cabe ninguna que las lesiones son muy importante en lo que respecta al mundo deportivo. Sufrir una lesión no solo provoca dolor sino que además obliga al deportista a permanecer inactivo durante un tiempo determinado lo que se traduce en una serie de consecuencias derivadas tales como la ruptura del día a día o la posible pérdida de ingresos pero además trae consigo determinados efectos psicológicos que afectan de manera directa al bienestar del deportista y por ende a los que le rodean: ansiedad, depresión, irritabilidad u hostilidad son reacciones frecuentemente encontradas en deportistas que padecen algún tipo de lesión y sobre todo en aquellas cuya duración tiende a ser prolongada. Por lo que puede afirmarse que cualquier alteración física del deportista puede conducirle a una alteración de tipo psicológico. Curiosamente este tipo de alteraciones predisponen la vulnerabilidad del individuo a sufrir otras lesiones futuras, dificultando y lentificando además el proceso de recuperación y adaptación. ¿Pero en qué parte del protocolo se atiende a la valoración de estos aspectos psicológicos? En ninguna.

Así pues, resulta casi inadmisible aceptar que en un protocolo de tal calibre no se incluyan apartados destinados a la valoración y evaluación psicológica: atención, estrategias de afrontamiento, predisposición al estrés o a la depresión, estilos cognitivos, pensamientos relacionados con situaciones de competición y por ende ante la victoria o el fracaso; o relacionados con las propias lesiones, creencias, tolerancia a la frustración, capacidad de trabajo en equipo, autoestima y autoconcepto suponen una muestra reducida del amplio abanico de factores psicológicos que se ponen en juego antes, durante y después de los entrenamientos y de forma más acentuada , en las situaciones  de competición.
En la actualidad las/os psicólogas/os y en su caso, las/os especializadas/os en la Psicología del Deporte y la Actividad Física contamos con un amplio arsenal de herramientas técnicas y metodológicas que nos permiten realizar un extenso análisis acerca de las diferentes variables psicológicas relacionadas con el deporte. Instrumentos que se encuentran en constante evolución y que cada vez son más precisos y rigurosos en su desempeño.  Todo ello puede ayudar a obtener un perfil psicológico del deportista que nos permita conocer y predecir como actuará en las diferentes situaciones relacionadas con el deporte: entrenamientos, competición o lesiones y que tienen una importancia primordial en la prevención de posibles estados psicológicos disfuncionales que dificulten y torpedeen su rendimiento o su recuperación en caso de lesión como se mencionó previamente.

Por lo tanto se hace necesario incluir en este protocolo de apoyo médico (que en tal caso además, debería modificar su terminología incluyendo el término psicológico) de los Centros de Tecnificación Deportiva y Centros Especializados un cuarto apartado destinado a la valoración del área psicológica del deportista. Indudablemente esta debe ser llevada a cabo por una/un especialista en la materia  Psicología del Deporte y la Actividad Física e incluir los recursos necesarios para efectuar dicha valoración (cuestionarios, tests, consultas…).  Con los motivos expuestos en el presente documento obviar la importancia que tiene obtener una visión general del perfil psicológico del deportista supone claramente desatender  necesidades o aspectos cuyo desequilibrio puede poner en riesgo su estado de bienestar y que con una correcta evaluación pueden llegar a  prevenirse.

jueves, 7 de agosto de 2014

La atención y la concentración en el deporte: ¿cómo mejorarlas?

¿Qué es la atención? Aún hoy día y debido a su complejidad aún no se cuenta con una definición consensuada y unívoca del concepto sobre todo por la dificultad que entraña entenderlo e identificarlo en términos operativos y precisos. Por un lado pueden entenderse como un proceso cognitivo discriminativo que tendría como finalidad la selectiva esto es, funcionaria como un mecanismo a través del cual la enorme cantidad de información que recibimos a través de los sentidos es filtrada en función de las demandas del ambiente. Por otro lado la atención se encuentra en la base del resto de los procesos cognitivos controlando, regulando y acompañando al resto de los componentes del procesamiento cognitivo. Ya lo dice Goleman en su maravilloso libro Focus: “Si nuestra destreza en la atención es pobre, también lo será en nuestro desempeño, pero si, por el contrario, está bien desarrollada nuestro desempeño puede llegar a ser excelente”.

Así pues, en el deporte como en la vida misma, tener la capacidad de conocer y dominar nuestros propios procesos atencionales así como nuestra concentración es algo fundamental. Por ejemplo en el deporte de alto rendimiento y en las situaciones de competición cualquier pérdida concentración por momentánea que sea, puede conducir inevitablemente a un error irreparable que en ocasiones llega a tirar por la borda meses de esfuerzo y trabajo.
Hay que tener en cuenta que, aunque existe cierta tendencia a utilizar como sinónimos atención y concentración, ambos conceptos son diferentes, siendo la concentración el mantenimiento de la atención a lo largo de un tiempo más o menos duradero en función de la situación o  tarea que se esté enfrentando. En muchas ocasiones se les exige a los jugadores mantener la concentración pero pocas veces se trabaja este aspecto dentro de los entrenamientos.

Una de las estrategias más sencillas para trabajar en la mejora de la atención y la concentración es realizar en los entrenamientos actividades en las que se introduzcan estímulos distractores tales como ruidos grabados que simulen que las gradas están llenas o cualquier otro distractor que pueda hacer acto de presencia durante la competición. Cuánto más planificada y parecida a una situación real sean las actividades mayor probabilidad de que el jugador esté preparado y  la afronte correctamente.

Otro de las numerosas estrategias que pueden ponerse en marcha para mejorar la atención y  por ende, la concentración es el uso de palabras convenidas.  Este tipo de palabras se caracterizan por desencadenar una reacción emocional o motivacional y pueden ser o bien instruccionales (sube el brazo, estira..) o propiamente motivacionales (¡vamos!¡adelante!). La estrategia consiste en buscar una palabra que se adapte de manera individual al deportista por lo que son ellos mismos quiénes deben elegirla, y utilizarla cuando, por cualquier motivo interno o externo, sientan que están perdiendo la concentración. Por supuesto, es importante trabajar con estas palabras durante las sesiones de entrenamiento ya que requieren de cierto tiempo para asociarse a la reacción que pretenden causar.

Durante competiciones y entrenamientos existen ciertas dificultades con las que se pueden encontrar los deportistas. Una de las mayores dificultades en lo que atención y concentración se refiere, es la tendencia a hacer evaluaciones acerca de su ejecución y clasificaras en positivas o negativas. Estas evaluaciones llevan inevitablemente a provocar reacciones personales y sobre todo tienden a distraer al deportista por lo que posiblemente se reflejará en una disminución del pensamiento. Esto ocurre porque el cerebro empieza a desatender al cuerpo y se centra en estas valoraciones reduciendo no solo nuestra concentración, sino que además  influye notablemente en la capacidad para la toma de decisiones.  Por lo que hay que intentar transmitir a nuestros deportistas que deben examinar las actuaciones de manera constructiva y asumir el fallo en cuestión para intentar mejorarlo de cara a una situación futura y aún más importante es que, si esto ocurre en el transcurso de una competición debe hacerse una vez finalizada lejos de las tensiones del momento y en un ambiente relajado y que permita una adecuada reflexión sin poner en juego el rendimiento.


Por último quiero hablaros varios aspectos que, aunque no son estrategias propiamente dichas ayudan a mantener la concentración durante el tiempo de entrenamiento o competición: la anticipación de dificultades y el establecimiento de rutinas. Prever posibles dificultades y planificar y/o visualizar mediante imaginación las actuaciones que podrían ponerse en marcha en caso de que tengan lugar ayuda  nuestro cerebro a estar preparado para posibles situaciones futuras puesto que nos ahorraremos las reacciones emocionales propias de no saber afrontarlas y el tener que buscar de manera premeditada una actuación alternativa. Cuantas más circunstancias se tengan controladas menos lugar se  deja al factor sorpresa y por lo tanto menos probable es que logre distorsionar la concentración durante la ejecución. Las rutinas por su parte, forman parte en cierta manera de está anticipación. Las rutinas son capaces de focalizar la concentración ya que suelen asociarse a comportamientos aprendidos que llegan a automatizarse. Ayudan en gran medida a organizar el tiempo anterior a la ejecución o durante la misma (por ejemplo, tras un descanso) y hace que el deportista se prepare mentalmente para cuando llegue el momento de su desempeño puesto que estructuran los procesos de pensamiento y los estados emocionales centrando la atención en el presente y en las señales vinculadas a la tarea. Un ejemplo de rutina sería el futbolista que entra en el campo con el pie derecho y toca el césped antes de comenzar el partido o botar la pelota un número determinado de veces. La mayoría son conscientes de que con ello no se altera la suerte pero sin duda es una forma de prepararse, concentrarse y decirse a si mismo ¡Vamos que esto empieza!