lunes, 9 de abril de 2018

NOSOTROS, LOS NIÑOS Y LAS RABIETAS

Las rabietas son un aspecto fundamental que forma parte del desarrollo evolutivo de los niños. Aparecen, generalmente, en torno a los 2 años de edad y suelen desaparecer en torno a los 4. Aunque, esto no significa que no puedan alargarse un poco más. En el desarrollo del niño las rabietas presentan un doble objetivo: por un lado, se usan como forma para integrar la norma y por el otro, como forma de expresar las propias ideas.

Un niño con dos años no es capaz aún de expresar lo que le pasa y, cuando se encuentra enfadado, la más probable es que lo exprese tirándose al suelo y pataleando. Y como es lógico, este es un comportamiento que, a una inmensa mayoría de los padres, les incomoda, les preocupa e incluso a veces les irrita. De esta forma, las rabietas suelen ser motivo de consulta por lo desesperante que llegan a ser para los padres de los menores.

Las rabietas aparecen en ese momento en el que los niños, por vez primera, empiezan a tratar de "independizarse" de sus progenitores y para ello, tienen que poner a prueba los límites. Así poco a poco, de manera progresiva, esta actitud con la edad va desapareciendo. Pero...


¿QUÉ HACER ANTE UNA RABIETA?

LA TÉCNICA DE LA EXTINCIÓN

Cuando se trata de extinguir o eliminar comportamientos disruptivos en los niños como ocurre en el caso de las rabietas, la técnica por excelencia más eficaz es la EXTINCIÓN.

El objetivo de esta técnica es la desaparición de la conducta desadaptativa y consiste en suprimir el reforzamiento de una conducta previamente reforzada o lo que es lo mismo, no atender al comportamiento del niño mientras lo está llevando a cabo. Esto es efectivo ya que la atención que los mayores prestamos a este tipo de comportamientos, suele ser el reforzador que hace que la conducta desadaptativa se mantenga en el tiempo. 

¡OJO! Suena fácil, y seguro que te lo han comentado alguna vez. Y seguro también, que has intentado ponerlo a prueba pero... ¡al final has cedido por no seguir escuchándolo! Esto es algo muy común. Hay que tener claro que aplicar la extinción (ignorar las pataletas, el llanto, o los gritos...) es algo muy complicado y que requiere de un verdadero esfuerzo por nuestra parte pero, es cuestión de aguantar el chaparrón.  Porque... ¡en el momento en el que cedemos, estamos perdidos! Es importante saber que, si nos decidimos a poner en práctica esta técnica, al inicio se incrementara la frecuencia, la duración y la intensidad de la conducta desadaptativa pero que, si nos mantenemos firmes, a partir de este momento empieza la disminución de todos estos parámetros.

Este sería el protocolo de actuación:

- Cada vez que aparezca la rabieta: ignora el comportamiento y continua haciendo aquello que estés haciendo.

- Nunca debes perder el control, Si queremos que se autocontrolen no podemos mostrarnos con una actitud completamente contraria a esta alternativa. Tenemos que servir de modelo de gestión de emociones.

- La firmeza no se riñe con el afecto: puedes usar frases como "Entiendo que estés enfadado, pero cuando te tranquilices, te atiendo" en un tono de voz normal, sereno, conversacional y cariñoso,  y situándote a su altura y mirándolo a los ojos. Si la rabieta se mantiene en el tiempo, puedes volver a repetir la frase.

-Cuando se tranquilice, QUE LO HARÁ,  y sin importar cuanto tiempo haya estado con la rabieta, hay que premiar la nueva conducta. De nada servirá nuestro esfuerzo si no PREMIAMOS la conducta de estar tranquilo: "Me gusta cuando estás así tranquilo, ahora podemos hablar". 

Y recuerda, ante una rabieta, es igual de importante no ceder en ningún momento a sus deseos o caprichos para evitar el llanto o la pataleta como no enfadarnos, hacerle chantaje emocional ("mira que feo se pone" "te voy a dejar ahí llorando como un niño chico") o darle sermones. Y lo fundamental, es siempre reforzar la conducta que queremos que lleve a cabo aunque sea su deber, a todos nos gusta que nos premien por nuestro trabajo bien hecho.

jueves, 15 de febrero de 2018

Cuando las preocupaciones son las protagonistas en tu día a día.

¿Te preocupas por cosas sobre las que, según tu reconoces, la mayoría de las personas no se preocupan? ¿te resulta muy complicado dejar de preocuparte y consecuentemente, no poder relajarte? ¿Raramente tus preocupaciones alcanzan una posible solución a un determinado problema? ¿Crees que si no te preocupas sucederá algo terrible? ¿Te preocupa el no preocuparte o hacerlo porque las cosas van bien?

Probablemente, si eres una persona que tiende a preocuparse de una manera bastante continuada, te sientas identificada con estás preguntas.  Preocuparse, presenta una función bastante adaptativa en la medida en la que nos ayuda a prepararnos para determinadas situaciones. No obstante, respuestas afirmativas a estas preguntas podrían estar indicando que tus preocupaciones, lejos de ser un comportamiento adaptativo, puedan estar generando preocupaciones de carácter desadaptativo conocido como ansiedad generalizada.

EL PROBLEMA DE LA ANSIEDAD GENERALIZADA ¿QUÉ ES?

La preocupación se define como una serie de imágenes y pensamientos cargadas de afectividad negativa, que en cierta manera no puede controlarse y que se orienta a un futuro peligro que se percibe como incontrolable. Estos pensamientos son continuos y se experimentan de manera aversiva.

La característica fundamental de la ansiedad generalizada es presentar una preocupación y ansiedad excesiva (aprensión ansiosa), persistentes (a lo largo del día y de los meses) y con cierta dificultad para su control.  Esta cualidad de “excesiva” significa que tanto la intensidad, como la duración y la frecuencia de la misma, son desproporcionadas en relación a la probabilidad o el impacto real de la situación o el hecho que se teme.


LAS PREOCUPACIONES 

Las preocupaciones en la ansiedad generalizada pueden ir desde cuestiones nimias relacionadas con las labores del hogar o llegar tarde a un sitio a otras muy frecuentes y comunes como las circunstancias diarias relacionadas con la familia, los amigos, el trabajo, los estudios, el dinero o la salud.

Parece ser que la mayoría de las personas con ansiedad generalizada afirman haber sido nerviosas o ansiosas durante toda su vida. Es viable, que las preocupaciones excesivas, hayan empezado a aparecer en la infancia o adolescencia, pero que no lleguen a conformar un trastorno hasta el comienzo de la vida adulta coincidiendo con determinados acontecimientos vitales como la acumulación de responsabilidades, los hijos, la tareas laborales o problemas relacionados con la salud.

CURSO Y COMORBILIDAD 

El curso de este trastorno es crónico aunque con fluctuaciones y en comparación con otros trastornos de ansiedad, es frecuente que estas personas no busquen tratamiento ya que tienden a aceptarlo como parte de su forma de ser o probablemente, hayan sido tratadas por parte del médico con la posible prescripción de ansiolíticos. 

Este trastorno de ansiedad generalizada presenta, además, otros problemas asociados tales como trastornos depresivos, trastornos de pánico, fobias específicas o aquellos relacionados con el estrés (colon irritable, dolores de cabeza…).

¿CUÁNDO LAS PREOCUPACIONES SON LAS PROTAGONISTAS DE TÚ DÍA A DÍA?

En palabras de Deffenbacher (1997) cuando: “El individuo tiende a darle vueltas en su cabeza a estas cuestiones, siendo incapaz de alcanzar una solución, de tomar decisiones, de llevar a cabo una actuación decisiva y de vivir con relativa tranquilidad con las consecuencias. Por el contrario, suelen darle vueltas y más vueltas a, y preocuparse con, las posibilidades negativas, los errores y equivocaciones potenciales, y los fracasos y dificultades reales e imaginarios. Es como si estuvieran petrificados en las primeras etapas de una solución de problemas.” a la incertidumbre (Dugas y Ladouceur, 1997; Dugas y cols., 1998)

Si te has sentido muy identificado/a con lo que se describe a lo largo de este texto y, sobre todo, con las preguntas del inicio y el fragmento del final, tal vez es hora de poner en marcha un plan de acción y ponerte en manos de un profesional. Tus preocupaciones no te definen y no son inherentes a ti.

jueves, 4 de enero de 2018

Año nuevo, vida nueva. Pero esta vez ¡de verdad!

Estamos en plena fiestas navideñas. Tiempo de reencuentros, de emociones y sentimientos, de cenas, comidas de empresa. Tiempo de hacer balance casi obligado, de mirar hacia atrás y ver hasta donde hemos llegado. O donde no. Porque esto último, también es muy importante sobre todo, para aprender y seguir creciendo.

Y se acerca enero, y con él, un sin fin de sueños, proyectos, metas y objetivos que comienzan a divagar por nuestra mente con un ruido cada vez mayor, a medida que se va acercando el nuevo año. Sin embargo, a menudo, toda esta lluvia de idea de nuevos propósitos, comienza a deshacerse como un dibujo sobre la arena que el viento va borrando y, a medida que pasa el tiempo, empiezan a decaer hasta desaparecer.

Ante esto, no es nada raro, que las personas tendamos a machacarnos pensando que esto se debe a nuestra pereza o una importante falta de voluntad. Nos juzgamos, desvaloramos y frustramos; y entonces pensamos que, "a este paso", jamás lo vamos a conseguir. ¡Pero no, existe soluciones!

El gran problema de los nuevos propósitos es que son algo ajeno a nuestra rutina diaria. Son nuevas conductas o actitudes que no están incluidos (aún) en nuestros hábitos de vida y por tanto, en la mayor parte de las ocasiones, los olvidamos ya que son algo novedoso a lo que no estamos acostumbrados. Y sobre todo, si van a ser a largo plazo.

Así pues, si estás pensando en empezar a hacer dieta después del 6 de enero que te hayas comido el roscón, si estás pensando en empezar a realizar actividad física de manera regular, a promocionar dentro de tu empresa o a mejorar en algún aspecto de tu forma de ser, es importante hacer visible este nuevo propósito en tu día a día.

A continuación te propongo algunos consejos para que aproveches esta energía inicial e inviertas tu motivación no solo al principio sino que, además, logres mantenerla a lo largo del tiempo:

1. ELIGE TU PROPÓSITO, REFLEXIONA SOBRE EL MISMO Y CONCRETA,

No podemos abarcar muchos cambios a la vez ya que, generalmente, suelen suponer un elevado coste de esfuerzo y tiempo y, por tanto, es mejor hacerlo poco a poco y de uno en uno. Elige tu nuevo propósito y pregúntate: ¿Qué quiero conseguir? ¿por qué es importante para mi? ¿está dentro de mis valores? ¿con qué limitaciones o fortaleza cuento? ¿cómo me veo a mi misma/o cuando lo haya conseguido? Te recomiendo que lo dejes por escrito y lo pongas a la vista. En ocasiones, te servirá de brújula cuando pierdas la motivación. 

Desmenuza tu propósito en objetivos concretos a pequeño, medio y largo plazo. La pérdida de la motivación a menudo, viene de la mano de una importante falta de planificación. Pon por escrito tus nuevos objetivos para que el cerebro los memorice y los tenga "más a la mano".

2. LA REGLA SMART DEL ESTABLECIMIENTO DE OBJETIVOS

Es preferible que los objetivos que nos propongamos tengan las siguientes características:

S- Specifics (específicos): que sean lo más concreto posibles. Por ejemplo, no es lo mismo el objetivo "comer bien" que "Hacer 5 comidas al día" "Beber dos litros de agua al día" "Comer una fruta entre horas en lugar de bollería". O no es lo mismo "empezar a hacer deporte" que "salir a andar una hora al día los lunes, miércoles y viernes"

M- Medibles: que se puedan medir y ver su evolución a lo largo del tiempo para ver si se están cumpliendo. Por ejemplo, es más fácil "medir" que he hecho 5 comidas al día o he salido a andar 3 días en semana que "comer bien o hacer ejercicio regular".

A- Alcanzables: siempre tener en cuenta nuestras posibilidades, la magnitud del objetivo, el esfuerzo y el tiempo que conllevará cada objetivo y por tanto, el proceso de cambio. Tienen que ser objetivos viables y realistas acorde con nuestras condiciones y circunstancias. Esto es muy importante en la medida en la que si nos proponemos objetivos muy elevados o complejos y que no se adaptan a nuestras características,  probablemente conlleven frustración y por tanto, una importante merma en nuestra motivación. Mejor ir poco a poco.

R- Relevantes: muy relacionados con el primer punto. Deben ser importantes para ti. Que te acerquen a tus valores y a lo que quieres conseguir, Esto es esencial a la hora de mantener a raya tu motivación.

T- Temporizables: que se puedan medir en el tiempo. Que tengan un fin delimitado o fecha de caducidad. De esta forma, evitaremos caer en la procrastinación. 

3. SE  FLEXIBLE, NO TE MACHAQUES Y PRÉMIATE

Puede ocurrir que durante el camino, y sobre todo en los cambios que se darán muy a largo plazo, haya recaídas, momentos de desmotivación y frustración por el no cumplimento de lo establecido. También porque el proceso es muy lento y se invierte mucho esfuerzo.

Es importante tener en cuenta que ante todo, somos personas. Otórgate un margen de error. Si fallas no te preocupes, flexibiliza tu objetivo y reoriéntalo. Analizar donde hemos fallado y el porqué nos llevará a aprender del error y a fortalecernos para situaciones similares posteriores. No te machaques por ello, aprovéchalo para levantarte, aprender y coger más fuerzas para seguir con ello.

Cuando las fuerzas te aflijan, mira hacia atrás y valora cada pequeño logro que has ido consiguiendo. Felicítate y prémiate a ti por ello. Si no lo haces tu mismo/a ¿quién lo va a hacer? Seguramente, has tenido más aciertos que errores, pero tendemos a magnificar estos últimos y a machacarnos por ello.

4. RECURSOS Y DISCIPLINA: ADIÓS A LA PEREZA.

Antes de empezar haz una lista de todo aquello o de aquellas personas de las que necesitas rodearte para lograrlo. Por ejemplo, si vas a empezar con una alimentación saludable primeramente, tendrás que elegir a un profesional de la nutrición que te oriente sobre qué alimentos debes tomar en función de tus características y tendrás que hacer una lista de la compra de dichos alimentos. Tenerlos a mano , es una forma de evitar la pereza y mantener a raya la disciplina ¡si no compras dulces, no lo podrás comer!

5. EMPIEZA HOY Y HAZ DE TU PROPÓSITO UN NUEVO ESTILO DE VIDA.
 
Ni el día 7, ni el lunes, ni nada de nada. Empieza cuando tu quieras. ¡Empieza ya! Visualizate cumpliendo tu nuevo propósito, valora los objetivos que vas cumpliendo y observa como, poco a poco, te vas sintiendo mejor contigo mismo. Con tus más y tus menos, con tus logros y recaídas, pero sobre todo cumpliendo aquello que con tanta ilusión un martes 13 decidiste empezar a cambiar.

Yo ya he empezado. ¿te unes a mi equipo?