jueves, 26 de noviembre de 2015

¿Competición aparentemente fácil?¡Evita la relajación!

En el deporte, podemos apuntar a dos tipos de objetivos diferentes: de resultados y de realización. Los primeros, son aquellos que señalan el gado de éxito que se logra en una determiada tarea, ejecución o competición mientras que los segundos, hacen referencia al conjunto de pasos, conductas o pensamientos necesarios para alcanzar los objetivos de resultado.

La diferencia principal entre ambos tipos de objetivos, es que los objetivos de resultado no dependen únicamente del deportista sino que están muy determinados por factores externos que quedan fuera de nuestro control. Por el contrario, los objetivos de realización si dependen exclusivamente del deportista por lo que presentan un alto grado de control. Podría decirse que los objetivos de realización, no garantiza la consecución de los objetivos de resultados pero sí aumenta la probabilidad de que esto suceda, por lo que indican el camino y los pasos a seguir para lograrlos.
Aunque las metas de realización son muy importante sobre todo para observar el progreso de nuestros deportistas y poder premiar los logros conseguidos independientemente del resultado, lo que permite reforzar la autoconfianza y motivación, las metas u objetivos de resultados suponen una herramienta muy útil cuando los deportistas deben afrontar competiciones que puedan dar lugar a la relajación o a un descenso de la intensidad.

Pongamos un ejemplo. Venimos de ganar el último partido, y en el siguiente encuentro, nos enfrentamos a un equipo que se encuentra en puestos bajos de la tabla y que, a simple vista, parece inferior. En estas circunstancias, nuestra percepción de la situación hace que inevitablemente que nuestro cerebro se relaje y bajemos la intensidad. ¿Qué podemos hacer al respecto?

En este sentido, cobra especial relevancia el marcar objetivos de resultados a nuestros deportistas ya que, parece ser, contribuyen de manera potencial a incrementar la motivación cuando necesitamos una dosis de esfuerzo por su parte. Son capaces de aumentar la competitividad y la intensidad por lo que favorecen un mantenimiento adecuado de la actitud y del buen funcionamiento de la persona, durante la competición.

Esto no significa, que debamos dar de lado a los objetivos de realización, todo lo contrario. Su combinación tiene un efecto sinérgico que puede ayudar a alcanzar el rendimiento que buscamos ya que, como se dijo anteriormente, presentan un alto grado de control por parte del deportista al depender exclusivamente de él.


¡Y no te olvides que, aunque los objetivos de resultado deben ser ambiciosos, nunca deben dejar de ser realistas ni de estar adaptados a las características de nuestro equipo o deportista! Deben ser una herramienta de motivación, no de frustración o presión.
Ejemplos. 
https://www.fiba.com/downloads/v3_expe/coac/bask4YounPlay/esp/02_BALONCESTO.pdf

viernes, 25 de septiembre de 2015

“EL VALIENTE NO ES QUIÉN NO SIENTE MIEDO, SINO QUIÉN LO VENCE” Nelson Mandela

Fuente: es.wikihow.com

El miedo es tan potente que es capaz de bloquear cualquier aprendizaje, ejecución y por tanto el rendimiento en cualquier situación de la vida y en especial, en el mundo del deporte. Y por desgracia, controlarlo, no resulta nada sencillo.

El miedo, es una reacción natural de nuestro organismo de cara a la supervivencia. Forma parte del conjunto de emociones básicas comunes a todos los seres humanos y es la que trata de mantenerte a salvo en situaciones amenazantes provocándote sensaciones tales como la angustia, la ansiedad o la tensión muscular. Sin embargo, a pesar de sus características negativas, es una emoción muy necesaria y realmente útil. El problema, radica cuando el miedo, proviene de una situación que no supone realmente una amenaza, sino que eres tú quien la interpreta como tal, construyendo así un muro que te limita o impide continuar en tus progresos.

Que algo te provoque o no miedo, depende principalmente de dos aspectos: de la situación y de ti mismo. En muchas ocasiones, son tus propios pensamientos negativos la causa principal de que sientas miedo. Situaciones que antes no te provocaban temor alguno, se han convertido ahora en una fuente de tensión y preocupación cada vez que te enfrentas a ellas: “Siento miedo y angustia cuando tengo que intervenir ante lanzamientos de distancia corta”.

Los seres humanos estamos constantemente produciendo pensamientos. Son tantos, que nos vemos obligados a ordenador y reordenarlos de manera continua para que nuestra cabeza no sea un caos. El problema viene cuando dejamos de hacerlo y toman el mando. Es cierto que nuestra forma de pensar dice mucho de nosotros, no obstante, podemos ir mucho más allá.

Los pensamientos negativos suelen ser protagonistas principales de los casos en los que deportistas presentan miedo ante una determinada situación. Son los que activan las órdenes de nuestro cerebro para que este, ponga en marcha el mecanismo de defensa necesario que nos permita huir de la situación. Pero ¿es realmente necesario evitar o huir de la situación de competición? ¿Es una situación amenazante que está poniendo en peligro de nuestra vida? ¡NOOO! No has entrenado durante meses para que ahora el miedo, te haga abandonar la carrera. ¡No se lo permitas!

Las creencias y pensamientos negativos, tienden a surgir de manera casi automática asociados generalmente a la situación. Una vez que aparecen, no solo condicionan nuestra manera de pensar, sino también nuestra forma de sentir y actuar. Por tanto, podemos decir que actuamos en función de lo que pensamos y que nuestros resultados y nuestro rendimiento, dependerá de ello. Sí, es cierto, no podemos evitar pensar pero si podemos empezar a aprender a ignorar aquellos que no son adaptativos en nuestra situación, crear unos alternativos y comenzar a reforzarlos .¿Cómo?


  • Analiza aquellas situaciones en las que sientes miedo. Se consciente de aquellos pensamientos que te impiden estar al 100% de tu rendimiento y que frenan tu progreso.
  • Analiza en qué medida, esos pensamientos que provocan miedo, te están haciendo desaprovechar nuevas oportunidades de mejorar y avanzar y te impide sacar la mejor versión de ti mismo.
  • El tercer paso tal vez sea un poco más complicado pero seguro que puedes: ¡cuestiónalos! ¿Es realmente una situación amenazante? Si antes no le temía ¿por qué ahora si? ¿Qué me estoy perdiendo por no enfrentarme a ella? ¿Qué puede pasarme si me enfrento a la situación si antes nunca me ha pasado nada? Busca argumentos contrarios, repítelos y convéncete de ellos.
  • Realiza una tabla de doble entrada.Escribe en una columna tus pensamientos negativos y al lado, sustitúyelos por otros más adaptativos. Repítelos una y otra vez, durante aquellas situaciones que te provocan pánico, sobre todo, durante los entrenamientos. Ya sabes lo que dicen “La distancia entre el querer y el poder, se acorta en el entrenamiento”.

Si analizas racionalmente tanto tú miedo como la situación temida te darás cuenta de que, en la mayoría de las ocasiones, no van nada acordes con la realidad. Es normal sentir miedo. A las personas nos gusta tener la sensación de control por tanto, la incertidumbre y lo que pueda pasar después, nos provoca ese temor. No obstante, en la mayoría de las ocasiones hacerle frente, es la mejor forma de hacerlo desaparecer. No dejes que tu rendimiento dependa del miedo, haz que dependa solo de ti. Se valiente y ve a por él.

sábado, 29 de agosto de 2015

La cara oculta de las lesiones deportivas.

Ningún mar en calma hizo experto a un marinero. Esto, es tan cierto como decir que resulta prácticamente imposible, dar con un/a deportista que no haya sufrido lesión alguna a lo largo de su carrera deportiva.

Las lesiones suponen uno de los principales miedos en deportistas y/o profesionales del deporte. Son una fuente de preocupación importante, y mucho más, cuando una lesión tiende a ser recidivante. Y es que, por muy expertos que seamos en cualquier tipo de actividad físico-deportiva, nadie se libre de  poder sufrirlas en cualquier momento.



Para todo/a deportista, existen pocos factores tan frustrantes como el haber planificado los objetivos de una nueva temporada y que se vean arrojados por la borda, a causa de una lesión. Lo cierto, es que para todos/as aquellos/as que las sufren, vivan del deporte o consideren el deporte como forma de vida, han de afrontar una situación completamente diferente a la habitual que, en ocasiones, no resulta nada fácil:

  • Supone un estado disfuncional que provoca dolor, molestias, disminuye y la autonomía del deportista.
  • Supone una reducción de la actividad deportiva o en casos graves, un cese repentino de la misma en incluso durante largos periodos de tiempo.
  • Las lesiones vienen acompañadas de otros efectos a nivel psicológico como irritabilidad, sintomatología depresiva, agresividad, sentimientos de impotencia  y elevados niveles de ansiedad que afectan al funcionamiento personal y deportivo de la persona.
  • Se traducen en importantes cambios: reajuste del equipo, de los objetivos, de las expectativas tanto del deportista como de entrenadores/as y resto de jugadores.
  • El infierno de la recuperación. La rehabilitación casi nunca, resulta ser plato de buen gusto. Exigen tiempo, esfuerzo, empeño y dedicación continua que en ocasiones, requieren de constancia y paciencia y cuyos resultados no suelen verse de forma inmediata.


En estos momentos, nuestra mayor debilidad radicaría en tirar la toalla y darse por vencido. Pero no, hay salida. Siempre la hay, aunque a veces, no sea la que todos deseamos, claro está. Toca salir adelante, dejar de quejarnos y emplear ese valioso tiempo en afrontar el problema y buscar soluciones.

Las causas de una lesión pueden ser muy variadas: accidentes casuales, ejecución incorrecta de algún movimiento, calentamiento previo o estiramiento posterior no ajustado a las circunstancias, el abuso o sobrecarga de entrenamiento, cansancio, alimentación inadecuada e incluso, la edad. En cualquier caso, y como he dicho anteriormente, padecer una lesión supone una importante fuente de preocupación y en la mayoría de los casos, el estrés tiene mucho que ver aunque pocos deportistas, son realmente conscientes de ello.

El estrés, aunque supone una respuesta natural y adaptativa de nuestro organismo, en ocasiones, puede convertirse en nuestro peor enemigo; sobre todo, durante la práctica deportiva. Esto ocurre cuando, ante cualquier nuevo reto, percibimos que no disponemos de los recursos suficientes para afrontarlo. De esta forma, nuestro cerebro interpreta la situación como una amenaza en lugar de hacerlo como un reto, de tal manera, que inicia un proceso de sobreactivación (innecesario) en nuestro organismo que en caso de persistir a lo largo del tiempo, puede llegar a tener consecuencias muy dañinas para el/la deportista.




Diversas investigaciones han apuntado y corroborado que el estrés mantenido en el tiempo, deprime el sistema inmunitario por lo que hace a nuestro cuerpo, mucho más vulnerable ante las lesiones o infecciones y no solo eso, sino que un elevado nivel de estrés, se traduce en otro tipo afectaciones negativas que amplifican las consecuencias de la lesión y que además, disminuyen de forma considerable nuestro rendimiento deportivo:

  1. Disminuyen los niveles de atención y/o concentración contribuyendo a “no hacer caso” a las señales que nuestro cuerpo o nuestro entorno nos envían, aumentando la probabilidad de padecer una lesión o empeorarla si por ejemplo, es de tipo leve.
  2. Los niveles de sobreactivación requieren de ciertas dosis de energía por lo que, le estaríamos restando dicha energía a nuestro cuerpo. En este sentido, el agotamiento, el cansancio físico y psicológico aumenta.
  3. Nuestra musculatura, sometida a presión, se ve obligada a trabajar a niveles superiores de los que debiera, por lo que nuestro cuerpo estará en un estado de tensión continua. Esta tensión se traduce en una disminución de la flexibilidad muscular, pérdida de la coordinación motora e incluso posibles molestias y dolores, por lo que nuestros movimientos dejarán de ser ejecutados de manera correcta, aumentando una vez más, la probabilidad de sufrir o empeorar una lesión.
  4. El riesgo de padecer otro tipo de enfermedades relacionadas con el sistema inmune o cardiovascular, entre otras, aumentan.


En definitivas cuentas, podemos hablar de un circulo vicioso en el que  el estrés puede contribuir a padecer cualquier tipo de lesión o por el contrario, que una lesión se convierta en fuente de estrés y su recuperación, no se lleve a cabo de la forma más rápida y eficaz que debiera. ¿Qué se puede hacer en estos casos?

Por supuesto, cuando la lesión es física lo principal es realizar de manera adecuada las instrucciones indicadas por el/la fisioterapeuta para la rehabilitación. Eso es indiscutible. No obstante, también resulta indispensable llevar a cabo una intervención desde el punto de vista psicológico, puesto que una disminución de los niveles de estrés y un afrontamiento efectivo de la situación, contribuirían de forma muy positiva a una mejor y más rápida recuperación. Desde la psicología deportiva, se recomienda:

  • Convertir la situación en un nuevo reto.  Ver la lesión como un nuevo reto en lugar de cómo una amenaza, hará que nos impliquemos mucho más en el proceso de recuperación. Además, reducirá los niveles de estrés y por tanto, de todas las consecuencias derivadas previamente mencionadas.
  • Modificar los pensamientos irracionales por otros mucho más adaptativos.  En el caso de lesiones leves, es común encontrar deportistas con creencias como que su rendimiento tiene que ser el de siempre y que por tanto aguantar el dolor es sinónimo de esfuerzo. Nada más lejos de la realidad, puesto que ello solo contribuiría a empeorar la lesión provocando  la interrupción de la práctica. En los casos graves, es posible encontrar otros pensamientos del tipo “no me voy a poner bien jamás” “”aunque me recupere, ya nada volverá a ser como antes” o “seguro que me molesta de por vida”. Cambiar este tipo de pensamientos por otros más adaptativos, contribuirán a llevar un afrontamiento mucho más positivo y centrados en la recuperación.
  • En algunos casos, las lesiones no son tan graves como el deportista las percibe. Simplemente, bajo la presión y el estrés, las situaciones se observan desde otro punto de mira. ¿Es realmente tan grave? ¡Desdramatiza la situación! ¿Es esto lo peor que me podía pasar?¿ Hay personas que han tenido cosas mucho peores?
  • Técnicas de relajación. Las técnicas de relajación se utilizan predominantemente ante las situaciones de estrés y ansiedad. Existen diferentes tipos que pueden usarse en función de las necesidades del deportista. Sus efectos beneficiosos radican en la disminución de la activación del organismo por lo que produce una mejora de la efectividad de la respiración, la concentración y a la distensión muscular, entre otros.
  • Aprovechar el tiempo de “inactividad” deportiva y empléalo en otras cosas que antes no podías hacer.  Disfruta de tu entorno, de tu familia y amigos. Seguir una serie, leer, aprender a hacer algo nuevo. Nos ayudará a mantener la mente entretenida en otras cosas que no sean la lesión y ayudará que esta, no se convierta en el centro de nuestro día a día. Dejarás de rumiar y te sentirás mucho más productivo y autónomo.
  • Habla, expresa, comunica.  Seguro que a veces, solo necesitas hablar y desahogarte. Eres realista, y sabes en qué situación te encuentras pero eso no quita que puedas expresar tus inquietudes, pensamientos o preocupaciones al respecto. Hacerlo no te hace más débil, todo lo contrario. Hacerlo dice mucho de ti, ya que estarás mostrando tu compromiso para –con tu propia recuperación y por ende, con el resto de tu entorno deportivo. Habla con tus compañeros/as o con algún componente del cuerpo técnico, pídeles su opinión o consejo en caso de que lo necesites. Nadie te va a entender mejor y además, valorarán e forma positiva que compartas tus sentimientos y pensamientos con ellos.


miércoles, 19 de agosto de 2015

Mucho más que salvar la portería: el papel de l@s porter@s desde un punto de vista psicológico.

Son muchos los partidos en los que, tanto árbitros como porteros, suelen ser los peor parados al final de los mismos. Más aún cuando tu propio equipo ha sido derrotado. Y es que pocas veces o ninguna, nos ponemos en sus zapatos.

Hace apenas unos meses, tuve en mis manos “El Método V” de Víctor Valdés. Un libro escrito por uno de los porteros más conocidos de la historia del fútbol mundial dónde cuenta como aprendió a gestionar los altos niveles de presión derivados de su rol como portero, como perseguía suprimir sus miedos bajo los palos de la portería (que no eran pocos) y como se esforzaba por alcanzar sus objetivos, día tras día sin excepciones. En definitiva, “El Método V” no es más que el reflejo escrito del camino que Víctor Valdés recorrió desde sus primeros años en competición, y dónde nos enseña cómo se propuso y aprendió a entrenar su mente, para llegar hasta dónde ha llegado. Un camino que ni de lejos, ha sido un sendero de rosas. Sin embargo, aunque el objetivo primordial que perseguía Valdés era dar a conocer su método a la hora de enfrentarse a su profesión, su aportación puede ir, y de hecho va, mucho más allá.

“El Método V” para mí, ha sido una forma espectacular de conocer más a fondo el mundo paralelo de porteros y porteras. Un libro de la mano de alguien que ha vivido en primera personas las consecuencias, buenas y malas, del ser portero:la presión, la frustración, la crítica, la impotencia, los nervios. Un sinfín de sentimientos y emociones que en un abrir y cerrar de ojos, pueden pasar de ser nuestros mayores aliados a convertirse en nuestros peores enemigos. Más aún, cuando hablamos de equipos, especialmente de fútbol, que mueven millones y masas. Creo que no existen mejore palabras que las de él, para definir esta realidad: “Eso es ser portero: vivir al límite de una toma de decisión rápida pero que a la vez debe ser firma para intentar no equivocarte. Y aún así, te equivocas, y mucho, porque en la mayoría de partidos, como en la vida, tienes que tomar muchas decisiones” (p.18).



A media que iba recorriendo sus páginas, aprendí a empatizar con su figura, a sentir como sentía y a pensar como pensaba en cada uno de los diferentes momentos que iba atravesando. Con sus palabras, resultó incluso sencillo (que no digo que lo sea) experimentar por momentos lo qué significa estar bajo los palos de una porteria, y todo lo que ello conlleva. Creedme si os digo que desde entonces, asisto a los partidos y miro a porteros/as desde otro punto de vista. Y no es que antes no los valorara, ni mucho menos, simplemente me hice aún más consciente de las dificultades de su rol y de la importancia de su papel dentro del equipo: no solo en lo deportivo sino también, en el plano psicológico. L@s porter@s, esos deportistas que se enfrentan en cada competición a universo de emociones mezcladas y  en ocasiones contradictorias, de las que resulta muy difícil desprenderse y de las que pocas personas, son realmente conocedoras. No al menos si se mira desde fuera. Y es que el papel de l@s porter@s, va mucho más allá de salvar la portería en cada partido.

Porteros y porteras, son un elemento esencial de la comunicación horizontal dentro de un equipo, ya sea durante los entrenamientos o durante las situaciones de competición. Por su posición dentro del terreno de juego, tienen una perspectiva privilegiada respecto al resto de sus compañeros, puesto que su ubicación dentro del terreno de juego les permite observar la posición de todos los jugadores, tanto de su equipo como del contrario. En este sentido, es muy importante que l@s porter@s estén en constante interacción con el resto de componentes del equipo ¿Por qué?:

Fuente: google.
  • Esta ubicación privilegiada dentro del campo, le permite informar de manera constante al resto de sus compañeros, sobre la colocación de los jugadores del equipo rival e indicarles su posición de manera inmediata antes o durante cualquier jugada, para reaccionar al respecto.

  • Imponer respeto al rival. Un/a portero/a que habla constantemente y que dirige la situación de defensa advirtiendo además de la colocación de los jugadores asiduamente, es una forma de desconcertar al contrario y dar sensación de respeto “Este sabe lo que hace”.

  • Hablar durante la situación de competición como forma de aumentar la concentración  de combatir los nervios: en muchos partidos, l@s porter@s pueden pasar largos periodos de tiempo sin tener que intervenir. Esta espera, si se realiza de manera pasiva, podría tener como consecuencia inmediata, la pérdida progresiva de la concentración. No obstante, el estar en constante interacción con los miembros de su equipo, ya sea dando directrices o dando apoyo y ánimos, les permitirá estar metido en el partido en todo momento y además, les ayudará a descargar tensiones y a estar más preparado para intervenir cuando la situación lo requiera. Si estás activado, tu capacidad de reacción será mucho más rápida y eficaz.

  • El/la portero/a que además, se preocupa por dirigir a sus defensas ayudándoles a ocupar la mejor posición posible dentro del terreno de juego, transmiten sensación de confianza a sus compañeros por lo que estos podrán continuar el juego con menos presión. El apoyo recíproco portero-jugador es un aspecto esencial tanto para la comunicación pero sobre todo, para es un factor muy importante a la hora de potenciar las relaciones dentro del grupo a la vez que se consigue una minimización de las consecuencias derivadas de los errores que se puedan cometer. Jugar o competir sin el temor a los reproches consecuentes de cualquier error, es mucho más eficaz a la hora de rendir, que jugar 90 minutos pendiente de lo que nos puedan decir por cometer un fallo ya que con esto, lo único que se consigue paradójicamente es fallar puesto que nuestra atención no está en el juego, sino en nuestros pensamientos y temores.

Fuente: Fuente: http://edeportes.es
Recuerda: l@s porter@s son una figura que no solo debe parar goles. Su presión y responsabilidad es mucho mayor que la del resto del equipo y además sus actuaciones, suelen mirarse con lupa al tratarse de una figura individual con una delimitación específica dentro del campo, por lo que centro de diana de numerosas críticas. Además como hemos podido ver a lo largo del artículo, cumplen una función esencial en los procesos de comunicación e interacción dentro del grupo. Es por ello, que a modo de recomendación, invito a entrenadores y entrenadoras a dar a conocer a vuestro equipo, sobre todo aprovechando la pretemporada, todos los aspectos del rol de un/a guardameta y las consecuencias derivadas del mismo. De esta forma tendrán la información necesaria para ponerse en su lugar y lograrán empatizar con ellos. Pero sobre todo, inivto a que transmitáis a vuestro equipo, incluyendo a los/as que van a  desempeñar a esta indispensable figura, la importancia y los motivos de mantener una constante interacción dentro del terreno de juego.  El saberse valorados/as, aumentará su confianza y seguridad por lo que será más probable, que su rendimiento sea mucho mejor.

miércoles, 12 de agosto de 2015

¿MANÍA BUENA O MALA? LA DELGADA LÍNEA ENTRE MANÍAS Y OBSESIÓN


Colocar los zapatos en el zapatero en la misma dirección, ordenar la mesa de trabajo cuadriculando cada centímetro de la misma, colgar cada prenda del tendedero con pinzas de un mismo color, santiguarse tres veces y tocar madera antes de empezar un examen, exposición o conferencia. Todos tenemos manías. Más o menos reconocidas, pero las tenemos. Esto es una realidad innegable.


En el mundo deportivo esto se hace aún más evidente: desde entrar al terreno de juego con el pie derecho, frotar las manos por la espalda de la entrenadora antes de salir al tapiz, tocar con la raqueta el pie derecho tres veces (ni una más ni una menos) antes de que dé comienzo el partido de tenis o tocar los tres palos de la portería antes de empezar el partido, lavarse las manos con el mismo gel los momentos previos al comienzo de una competición de golf hasta, por ejemplo las de tipo “Iker Casillas” a quién no le gusta pisar la línea antes de salir al terreno de juego, corta mangas y cuello de las camisetas antes de competir y toca el larguero con la mano izquierda cada vez que el equipo marca, las de tipo “Rafa Nadal” a quién no le gusta pisar las líneas blancas o durante el descanso, usa dos botellas de agua colocadas una justo al lado de la otra y bebe un sorbo de cada, o las de tipo “Serena Williams” que bota la pelota cinco veces antes de su primer saque y tres veces antes del segundo. Podría seguir, y no acabaría. Sin embargo, si te has reconocido en alguno de estos ejemplos o similares, no tienes nada que temer. ¡Que no cunda el pánico!

Estos ejemplos, aunque se les llamen manías, no tienen por qué ser malas. Las llamadas manías buenas, son una serie de costumbres o rituales que al hacerlos, nos proporcionan tranquilidad y seguridad. Son actos que nos ayudan a estar preparados para lo que viene después, conductas que nos ponen en contacto con la situación de competición o entrenamiento para que toda nuestra atención se centre en ello. Sin embargo, el no hacerlos por cualquier circunstancia, no se traduce en una excesiva preocupación o no supone una alteración importante en el día a día de la persona. El problema viene, cuando todo esto si ocurre. Por tanto, ¿dónde está el límite entre la manía y la obsesión?

Las obsesiones, según define el DSM-IV, pensamientos, imágenes o impulsos recurrentes y persistentes que generan elevados niveles de ansiedad o malestar en la personas. Este malestar generado se intenta neutralizar o ignorar a través de otro tipo de pensamientos o bien a través de determinados tipos de acciones como son las compulsiones. Las compulsiones, por su parte, son comportamientos repetitivos (como lavarse las manos continuamente a lo largo del día, comprobar una y otra vez que hemos cerrado la puerta de casa o del coche, ordenar las cosas de la oficina..) o acciones mentales como rezar, repetir una misma palabra o contar. Este tipo de compulsiones, suponen una necesidad inmediata que las personas sienten que tienen que hacer en respuesta a las obsesiones, casi una obligación. Por ejemplo, quienes temen al contagio de una enfermedad y se lavan las manos tantas veces al día, que llegan a sufrir  importantes prorblemas de piel.Todo ello, conlleva un malestar constante y significativo en la vida de la persona ya que suponen una importante interferencia en sus diferentes áreas (social, laboral, familiar) ya que consumen parte de su tiempo para llevarlos a cabo. Inevitablemente, esto conduce a un progresivo deterioro del rendimiento, ya sea en el área laboral como deportiva, por ejemplo.

Las obsesiones y las compulsiones, son los factores principales que apuntan a la posibilidad de padecer un trastorno obsesivo compulsivo. La irracionalidad de ambos factores, es algo que no siempre es admitido por la persona. A ello se le suma la dificultad de reconocer este trastorno cuando las compulsiones no son actos manifiestos sino que, por el contrario, se realizan de manera encubierta, como es el caso de las acciones cognitivas antes mencionadas: contar, rezar, repetir palabras o frases en la mente.


En la actualidad, existen muchas técnicas para sustituir estas obsesiones y compulsiones por pensamientos y conductas mucho más adaptativas, como los procedimientos de exposición, dirigidos principalmente a reducir la ansiedad, temores y malestar asociados a las obsesiones  y las técnicas de supresión o bloqueo más dirigidas a disminuir la frecuencia tanto de obsesiones como compulsiones, u otras técnicas mucho más sencillas ("de andar por casa") que pueden ayudarte de manera progresiva a convertir las malas manías en manías buenas; aunque para ello, siempre será importante consultar con un profesional.


Por tanto, se pueden  tener en cuenta determinados aspectos para reconocer cuando una manía es buena o mala. ¿Qué pasa si no las llevo a cabo? ¿Consume gran parte de mi tiempo? ¿Me siento excesivamente mal antes de llevarlas a cabo y el realizarlas me genera alivio? Hay cosas que el ser humano nunca podrá controlar: los resultados de un partido de fútbol, las decisiones de un árbitro a la hora de pitar una falta o que falle el ordenador que ibas a usar antes de dar una conferencia. Puedes realizar cuantas manías tengas, sin embargo has de plantearte si invertir tú tiempo y parte de tus emociones en realizar actos que no evitarán lo inevitable, te merece realmente la pena. Porque si queremos que algo suceda, tenemos que implicarnos, coger el toro por los cuernos e ir a por ello, dejando el menor lugar posible a aquellos factores externos que no podremos controlar y que pueden llegar a mermar nuestra atención en momentos tan importantes como una competición. 


martes, 4 de agosto de 2015

Queridos entrenadores/as: trabajar bajo presión no es sinónimo de responsabilidad.

Fuente:ligafutbol.net/
Hoy día, sobre todo teniendo en cuenta todo el arsenal de factores que giran en torno al mundo deportivo (económicos, estatus…), es muy común encontrarse con entrenadores/as que son valorados únicamente en función de sus resultados. La consecuencia más inmediata de este hecho, es que ellos/as mismos/as se ven poco a poco contagiados por el fenómeno “resultados” y terminan llevando a cabo su propia autovaloración en función de este mismo parámetro. Y no es para menos.

Desde el minuto uno de cada competición, sobre todo en los deportes de equipo, los/as entrenadores/as están en el punto de mira de muchas personas: directivos, periodistas, padres y madres, y gradas repletas de gente ansiosa por celebrar la victoria de su equipo favorito. Estos mismos colectivos, cuando las cosas van bien, son capaces de llevarte a lo más alto, ya seas deportista o entrenador/a, con la misma velocidad con la que son capaces de bajarte y anclar tus pies en la tierra a base de críticas e insultos, e incluso en los casos más extremos, se ven amenazados/as con la destitución de su cargo si los resultados no empiezan a mejorar. El problema, querido/a entrenador/a, es que por desgracia pocos valoran tu dedicación diaria a la preparación de las sesiones, tus horas sin dormir, tu nudo en el estómago la noche antes del partido. Nadie puede apreciar desde una grada, las horas que podrías pasar con tu familia y sin embargo, dedicas a sacar lo mejor de tus deportistas para que den todo de sí mismos/as en la competición. La derrota es una parte inevitable del juego, no obstante nadie acepta que no puedas ganar siempre. Y aunque las cosas vayan bien, todo esto rumia en tu cabeza y te impide disfrutar del trabajo que verdaderamente estás haciendo. Inviertes tiempo, esfuerzo y dedicación con la creencia errónea de que, cuanto más horas emplees, más probabilidad tienes de que si pierdes, todos/as piensen en todo lo que das de ti mismo/a antes y durante cada partido y lo valoren en términos positivos. Pero te equivocas.

Fuente: google

Todo esto se convierte en una rutina que empieza a generar presión. La presión es una fuerza psicológica un tanto incómoda, que tú mismo/a empiezas a generarte. La obsesión por los resultados, la evitación de las consecuencias negativas o tu prestigio y aprobación, son algunos de los factores que empiezan a merodear por tu mente hasta el punto de instalarse en ella. Ideas y creencias que se convierten en el único motor de trabajo y que te llevan casi, a funcionar por inercia. Irritabilidad, falta de sueño, falta de apetito, ser un/a monotema, hablar de las horas y horas que dedicas a ello. Síntomas de presión.

La presión es una respuesta natural ante una situación de amenaza. Es un mecanismo del cerebro que alerta al organismo de que estamos ante una situación de supervivencia para que desencadene una respuesta de ansiedad que nos permita huir o luchar ante la misma. El problema viene cuando la amenaza no es real sino que es fruto de nuestra propia percepción. Aún así, el cerebro detecta esa señal y efectivamente, desencadena la respuesta pertinente. Perder un partido no es una situación de vida o muerte, a pesar de lo mucho que te puedes llegar a jugar en él, pero eso tu cerebro no lo sabe.

Fuente: google.
Esa preocupación constante no solo puede llegar a afectar a tu trabajo como entrenador/a, sino que además salpicará a otros ámbitos de tu vida. La presión te impedirá rendir bien en la preparación de tus sesiones, vivirás momentos de frustración e impotencia por ello, dejarás de disfrutar de tu trabajo y corres el riesgo de contagiar a tus deportistas. Dedicarás aún más horas, por lo que restarás tiempo para estar con tu familia o amigos. Además, en tu trabajo, tu rendimiento puede verse reducido si gran parte de la jornada laboral te la pasas pensando en cómo vas a elaborar el entrenamiento de esta tarde. Y todo ello, se empeora aún más cuando la cronificación de este estado, se convierte en un modo de vida que pone en juego tanto tu salud física como emocional.Queridos/as entrenadores/as trabajar bajo presión, no es sinónimo de responsabilidad.

Por todo ello, es importante aprender a buscar un equilibrio emocional. Ser regular en nuestros estados emocionales nos ayuda a funcionar mucho mejor. No por dedicarle 24 horas a preparar el partido del fin de semana, sois mejores entrenadores/as. Eso solo alivia y justifica vuestra propia percepción. El exceso de responsabilidad no hará que salgáis libres de crítica en las competiciones perdidas. Solo los/as que conviven día a día con vosotros/as podrán valorar y apreciar todo tu esfuerzo, empeño y compromiso. Y ellos/as también necesitan de tu tiempo al igual que tú necesitas de ellos. Equilibrio. Inevitablemente, hay factores que no podemos controlar. Empieza por aceptarlo. Desgraciadamente, en un mundo que se mueve por el éxito y el dinero, pocas veces se tiene en cuenta el afán de muchos/as entrenadores por formar a sus deportistas en valores, por formar personas con deportividad. Enseñarlos a afrontar una derrota o una victoria, tolerar la frustración, el respeto hacia el rival, el compañerismo. Valores, que pasan a un segundo plano cuando la pelota no entra.

A lo largo de mi corta carrera en el mundo de la psicología deportiva, he tenido la suerte de conocer a entrenadores y entrenadoras que valían su peso en oro. Entrenadores/as que valoraban el trabajo en equipo, las ganas y la lucha durante la competición por encima de cualquier resultado. Contagiaban su garra y su disfrute por lo que hacían; transmitían confianza y seguridad a quienes se les ponía por delante. No obstante, esto nunca fue suficiente. Como dije al principio, en pocas ocasiones los parámetros que rigen la calidad de un entrenador/a van más allá de los resultados obtenidos. Querido entrenador/a: te vuelvo a repetir que hay factores que no se pueden controlar, y esto último, es uno de ellos. Así que organiza tú tiempo, tu cabeza y tu vida en general. Las personas necesitamos un tiempo para cada cosa, necesitamos equilibrio. No dejes que la presión se haga cargo de la situación. Ya que depende de ti, no dejes que maneje tu vida.




jueves, 5 de marzo de 2015

LA NO EFECTIVIDAD DE CASTIGAR SIN ENTRENAR.


Fuente imagen: google.
A lo largo de mis años como deportista, no son pocas las ocasiones en las que mis compañeras de equipo de gimnasia rítmica han tenido que dejar de ir a entrenar como castigo por sus bajas notas durante el trimestre. Frecuentemente, escucho a padres y madres que amenazan a sus hij@s con quitarlos de su deporte favorito como no aprueben los siguientes exámenes y que incluso llegan a hacerlo si la cosa no va a mejor. Sin duda, la educación y por ende el rendimiento escolar son aspectos fundamentales e inegociables  que han de estar por encima de cualquier otra actividad pero ¿es esto eficaz? En un amplio porcentaje de casos, padres y madres terminan diciendo lo típico de “Es que le da igual que le deje sin entrenar…” por tanto, cabe plantearse la cuestión de si realmente lo estamos haciendo bien procediendo de esta manera.

Bajo mi punto de vista son dos las causas principales que podrían llevar a tomar esta decisión a unos padres desesperados porque el rendimiento escolar de sus hij@s  no está siendo el más adecuado en estos últimos meses:
  •  Piensan que sin ir a entrenar sus hij@s tendrán más tiempo para estudiar y para las tareas del colegio.
  • Piensan que quitarles de hacer aquello que más les gusta (en este caso de la práctica deportiva), hará que se esfuercen al máximo para volver a obtenerlo.

Pero como habrán comprobado esto rara vez se convierte en el camino más eficaz. La mayor parte de los padres y madres que utilizan el castigo creen en su efectividad porque entre otras cosas, otorga sensación de control, sin embargo puede tener efectos totalmente contrarios a los que pretendemos conseguir como por ejemplo hace reprimir la hostilidad lo que a su vez suele traducirse en comportamientos de rebeldía e incluso pasotismo por parte de nuestr@s hij@s.

En primer lugar debemos mirar no solo a la parte más ociosa, divertida  o extraescolar de la práctica deportiva, sino que también debemos centrar nuestra atención en aquellos beneficios físicos, psicológicos y sociales que el deporte aporta al periodo de desarrollo. Existen numerosas investigaciones que apuntan por ejemplo, a un mejor desarrollo de la musculatura  o el esqueleto óseo a nivel físico y un mayor nivel de actividad y por tanto, también de desarrollo a nivel neuronal haciendo que el cerebro desarrolle un mayor número de redes neuronales que permitan potenciar las procesos cognitivos tales como la concentración, la atención o la memoria (entre otras), capacidades que por otro lado, son fundamentales a la hora de estudiar.
Además, los entrenamientos suponen un contexto rico en interacciones y relaciones sociales por lo que permite a nuestr@s hij@s ir enfrentándose poco a poco desde pequeños a diferentes situaciones con las que se irán familiarizando y otras tantas, que tendrán que solventar por si solos. En ambos casos, puede decirse que contribuirán de manera notoria a mejorar su adaptación e integración al mundo social, y por ende a su proceso de socialización.Llegados a este punto cabría pensar que, cada vez que los privamos de realizar el deporte que más les gusta, le estamos privando de una gran cantidad de beneficios esenciales para su correcto desarrollo. ¡Y no hablemos si se trata de un deporte que se practica en equipo y por nuestra decisión de castigar, perjudicamos al resto!



En segundo lugar debemos plantearnos dos cosas. La primera, es conocer el posible motivo o motivos por los que nuestr@s hijos no consiguen alcanzar el rendimiento escolar adecuado o aquellos que han hecho que dicho rendimiento disminuya en los últimos meses.  En este sentido  cobra un papel destacado la comunicación y el diálogo familiar. Y no solo eso, sino hacerlo en un ambiente relajado dejando fuera todo tiempo de tensiones, gritos o frases amenazantes que los intimiden o humillen. Piensa que a nadie le gusta que nos hablen a voces, pues a ell@s tampoco. Así pues, una vez analizada la situación de forma dialogada y tranquila viene el segundo paso: instaurar ciertos hábitos de estudio que permitan obtener un adecuado rendimiento de el/la niñ@  sin que por ello debamos desbancar la práctica deportiva.
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A continuación os dejo algunos puntos importantes a tener en cuenta, espero que os sirvan de ayuda:
  1. Crear un ambiente adecuado de estudio: una habitación o en su defecto un lugar dónde el niño o la niña disponga de una mesa y una silla que le permita estar en una postura adecuada. Además, no debe haber televisores, ordenadores o personas conversando entre ellas que puedan fácilmente (aunque sea de manera involuntaria) interferir en su concentración.
  2. Establecer horarios.  A veces basta con que establezcamos ciertas horas de estudio al día (siempre teniendo en cuenta el curso, edad y capacidades de nuestr@ hij@). Las personas funcionamos mejor cuando somos organizadas es por ello que existen las agendas, calendarios y horarios. Nos ayudan a estar anticipados y preparados en las diferentes actividades a las que tenemos que hacer frente por lo que además nos permite una mayor y más efectiva distribución de nuestro tiempo. En l@s niñ@s ocurre igual. Si desde edades tempranas les enseñamos a planificarse, pronto entenderán que cada cosa tiene su tiempo y que, con una buena organización, pueden hacer de todo. Por ejemplo, podemos empezar instaurando dos horas de estudio al día independientemente de si se tiene examen o deberes. Para ello podemos servirnos de un simple despertador programado para que suene a las dos horas, de esta forma evitaremos que el niño o la niña esté mirando el reloj continuamente. Al principio les costará pero poco a poco se irán adaptando. En ese tiempo pueden hacer las actividades o trabajos de ese día (importante revisar su agenda de manera diaria) o bien si no tienen, seremos nosotros mismos quiénes les planteen la tarea a realizar  (por ejemplo, empezar a estudiar el examen de la semana que viene). Y no olviden, que el hecho de ir a entrenar también contribuye a mejorar su capacidad de organización y planificación ya que supone el compromiso de cumplir con ciertos horarios y con la puntualidad.
  3. Establecer pequeños objetivos diarios: Por supuesto, de nada nos servirá establecer varias horas de estudio al día si luego nuestr@ hij@ pasa la mayor parte de las mismas whatsappeando (o en cualquier otra red social) o jugando con el móvil.  Lo ideal sería retirar cualquier estímulo que pueda distraer su atención en concreto, el móvil se ha convertido en uno de los más potencialmente distractores situándose entre las principales causas de fracaso escolar en nuestro país. Una forma sencilla y a la vez objetiva de conocer si han sabido aprovechar el tiempo de estudio es establecer pequeños objetivos diarios: pueden ser o bien los deberes que tengan para ese día o bien los resúmenes de las páginas o temas que les entraran en el examen de la siguiente semana. A la hora de establecer los objetivos y, al igual que ocurre con los horarios, tendremos que tener presentes ciertas variables como la edad, el curso, las tareas a realizar o si ese día tienen entrenamiento o alguna otra actividad extraescolar. Se trata de establecer ciertos límites pero siempre desde un marco flexible y adaptado.
  4.  El arte de las recompensas. Un aspecto clave que muchos olvidamos bajo la premisa de que “Es su deber” es el de reforzar a nuestr@s hij@s cuando han sacado una buena nota o simplemente cuando han hecho bien una determinada actividad sin embargo, si castigamos cuando ocurre todo lo contrario. Reforzar implica otorgar una recompensa a una conducta provocando un aumento en la frecuencia de emisión de dicha conducta. ¡Ojo! Recompensar no significa tener que comprar algo cada vez que hagan algo bien. Además de los reforzadores materiales (los que se compran) encontramos otros dos tipos mucho más efectivos y menos costosos: los sociales y los de actividad. Los primeros son aquellos que a todos nos gusta recibir cuando hacemos bien nuestro trabajo o cualquier otra actividad como los halagos , las felicitaciones, gestos de aprobación, sonrisas o “palmadas en el hombro”. Algo tan sencillo como felicitarle por terminar sus deberes antes de tiempo o hacerles saber lo orgullosos que estamos de ell@s por el esfuerzo que están realizando aumentarán la probabilidad de que al día siguiente se sienten  en la mesa de estudio con muchas más ganas buscando otra dosis de aprobación por  nuestra parte. Este tipo de reforzadores han de suministrarse diariamente, siempre de manera inmediata y conectada a la actividad o hecho por el cual están siendo reforzados. Los reforzadores de actividad son aquellos que permiten al niño o la niña realizar una determinada actividad que les produce placer: salir a jugar a la calle, ir al cine, ver la tele o jugar al ordenador son algunos ejemplos (no cuenta la hora de entrenamiento, recordad que estamos intentando que pueda dedicar tiempo a ambas cosas a la vez sin que ninguna se vea interferida). En este caso a nuestr@s hij@s debe quedarles claro que para acceder a este tipo de reforzador deben haber logrado los objetivos planteados para ese día. En ningún caso debemos ceder y permitirles realizar la actividad antes de haber realizado  la tarea o si en el tiempo establecido no la ha finalizado. Basta con que lo hagáis una sola vez, para que tiréis por tierra todo lo que habíais  ido logrando. Con respecto a los reforzadores materiales (comprar algún juguete, darle un dulce, regalarle un juego nuevo), hay que tener cierto cuidado con ellos. Estos resultan muy atractivos y por tanto muy  motivadores por lo que suelen tener una mayor eficacia en el periodo inicial de instauración de la conducta sin embargo, es recomendable ir proporcionándolos de manera intermitente (Podemos empezar con un periodo de refuerzo  fijo como recompensar  cada 5 días que estudia durante las dos horas establecidas, y pasar luego a uno intermitente reforzando materialmente cada promedio de tres días en los  que realiza la tarea antes del tiempo establecido). Progresivamente debemos ir aumentando el tiempo promedio de reforzamiento de tal manera que el niño o la niña irán aprendiendo que para lograr aquello que quieren, antes deben esforzarse y ser perseverantes. Un ejemplo de ello es regalarle algo que ellos deseen (y que previamente deberán haber negociado con vosotros) a final de cada trimestre o a final de curso  siempre y cuando hayan superado los objetivos establecidos más a largo plazo que en la mayoría de los casos, será el aprobar todas las asignaturas al final de cada trimestre o  al terminar el curso.

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