sábado, 23 de agosto de 2014

Píldoras para digerir la derrota. Las ventajas de aprender a perder.

A lo largo de nuestra vida nos encontraremos antes situaciones en las que, inevitablemente, no siempre nuestro esfuerzo, trabajo y dedicación  se traduzcan en la recompensa que esperamos en función de aquello que hemos invertido para conseguirlo, sobre todo en el deporte.

Éxito y derrota están estrechamente ligados. El paso de uno a otro puede darse en tan sólo cuestión  de minutos, basta con que no nos lo esperemos para que esto pueda suceder, como aquel gol de Iniesta tras casi 114 minutos de partido y al final de la segunda parte de la prórroga, que le dio a nuestra selección su triunfo en el Mundial. Pero ¡claro!, cuando se trata de perder a nadie le agrada tirar por la borda meses de incesante trabajo o minutos de una brillante competición en tan solo un abrir y cerrar de ojos.

Todos hemos experimentado alguna vez esos sentimientos que genera el perder, ese vacío fruto de no ver recompensado todo aquello por lo que hemos luchado hasta llegar a esa situación, un proceso emocional que no todos logran digerir. Y es que estamos tan educados en la filosofía del ganar y de conseguir la victoria por encima de todo, que el perder se convierte en un mal  trago por el que no se quiere volver a pasar. 

El problema del no saber perder no solo se traduce en la actitud del/la deportista durante la competición o cuando esta finaliza: faltas, insultos e incluso tirar el material de competición por los aires como si de esa manera desapareciera la desgracia o los reproches hacia uno mismo. Gestos que delatan la rabia y frustración propia del momento. El problema de verdad se da cuándo, lejos de hacer una profunda reflexión sobre la ejecución desempeñada, echamos balones fuera atribuyendo nuestro fracaso a factores externos que poco o nada han tenido que ver con nosotros y sobre los cuáles no tenemos control alguno pero que en parte, nos liberan del sentimiento de culpa.

Según la Teoría de la Atribución de Heider, el ser humano tiene una tendencia innata a buscar causas a todo cuanto acontece en su alrededor. La incertidumbre nos crea una especie de disonancia cognitiva que no aceptamos y que nos lleva a atribuir las conductas, ya sean propias o de terceras personas, a dos posibles causas: externas, tales como la suerte, el estado del terreno de juego o  decisiones de jueces y árbitros entre otros; e internas, aquellas que dependen únicamente del/ la deportista como la motivación, la concentración o la intensidad. Estas últimas, son aquellas variables que sí podemos controlar por tanto,  identificar sus fallas nos ayudará a poder encarar y afrontar la derrota de cara a un nuevo desafío haciendo que podamos replantearnos nuevos objetivos sin obsesionarnos con la idea de que el fracaso y sus reacciones derivadas vuelvan a hacer acto de presencia en la próxima vez.

Evidentemente competimos para ganar, nadie se esfuerza y trabaja duro sino es porque se tiene la vista puesta en la victoria sin embargo, ello no implica no aceptar la derrota como parte inevitable de la vida. Para ello es necesario aprender a asumir responsabilidades; buscar, rebuscar y encontrar en nosotros aquella parte de la derrota que posiblemente haya estado bajo nuestro control  para poder mejorar. Por supuesto, no debemos olvidarnos de esos casos de los que se mencionaban al inicio, en los que a veces el desempeño no se ve recompensado con los resultados obtenidos en los que verdaderamente las causas han sido incontrolables, en los cuales solo cabe reinterpretar la situación y sacarle su lado más positivo. 


Sea cual sea la situación a la que nos hayamos enfrentado,  la manera en cómo asumimos, valoramos e interpretamos una derrota e incluso una victoria, va a determinar nuestra manera y capacidad para hacer frente a una nueva competición. Por lo tanto, cada vez que no realizamos un análisis de la competición perdemos una oportunidad irrepetible de aprender y corregir aquello que solo depende de nosotros: porque conocer los factores que están bajo nuestro control nos aporta seguridad y confianza necesarias para volver a hacer frente a otro desafío. 

El secreto está en dejar de lado el por qué para centrarse en el qué hacer al respecto, atender al proceso sin conceder demasiado valor a los resultados. ¡Que nada ni nadie nos impida volver a competir con ilusión y ganas!




MOTIVACIÓN




jueves, 14 de agosto de 2014

Objetivos: ¡Ánimo, tú llevas el timón del navío, te espera una larga travesía!


El ser humano tiende a ser optimista por naturaleza por lo que en la mayoría de los casos cuando se sumerge en nuevos proyectos lo hace pensando que las cosas van a ir o al menos pueden ir bien. Si no es así, no tendría ningún sentido fijarse nuevas metas.

El problema llega cuando los resultados solo pueden verse muy a largo plazo o son demasiado ambiciosos. El no plantear nuevos proyectos o metas de una manera adecuada puede traducirse en una inevitable pereza a la hora de tener que hacerles frente por lo que pueden llegar a postergarse, a veces incluso de manera indefinida. Así la motivación que en un principio se tenía, empieza a decaer a una velocidad estrepitosa. La eterna expresión de “el lunes empiezo” como si tuviéramos la capacidad suficiente como para coger nuestra vida y darle un giro de 180 grados abandonando hábitos y rutinas que nos han acompañado durante todo el transcurso de la misma, en tan solo un abrir y cerrar de ojos.
Sin motivación difícilmente se hace posible el esfuerzo. Es cierto que la motivación es invisible como todo aquello que tenemos en nuestra cabeza: de entrada no se ve pero siempre hay que buscar un poco más allá. Así pues la solución pasa por hacerla visible de tal manera que la tengamos presente en todo momento. Para ello en primer lugar debemos preguntarnos dónde queremos llegar, qué resultados queremos conseguir y por qué queremos hacerlo. Una vez lo tengamos todo claro es importante reflejarlo sobre el papel.  Escribir supone una conducta menos anárquica que el pensar. Redactar nuestros propios proyectos y metas ayuda a que nuestro cerebro los memorice e interiorice de tal manera que hará que aumente la probabilidad de que lo tengas presente.

El segundo paso consiste en desmenuzar proyectos y metas en pequeños objetivos que se puedan ir cumpliendo más a corto plazo. Llegados a este punto es fundamental redactarlos de manera adecuada en vistas a evitar sentimientos de desesperanza o frustración que puedan surgir por su no cumplimiento, fruto de un inadecuado establecimiento de los mismos y que puede dar lugar al abandono.

A continuación se enumeran una serie de reglas principales que te ayudaran con este segundo paso:
  1. Los objetivos a redactar deben estar basados en nuestro propio rendimiento. Es decir, no pueden depender de nadie más que nosotros mismo por lo que no tiene cabida los objetivos referidos a resultados tales como “ganar todos los próximos tres partidos” en los que se ponen en juego muchas variables que tú no puedes controlar. Objetivos basados en la autoeficacia te permitirán tener control sobre la situación.
  2. Los objetivos deben ser difíciles o ambiciosos pero a la vez realistas, es decir adaptados a la capacidad de cada persona sin que esta se vea desbordada. Por lo tanto es importante que estén redactados por y para uno mismo. Adoptar objetivos que se hayan marcado terceras personas  pueden no estar acorde con nuestras capacidades por lo que la desmotivación y la frustración pueden aparecer muy fácilmente.
  3. Deben ser operativizables lo que implica que puedan identificarse claramente y definir los pasos a seguir para lograrlos. Cuanto más específicos seamos, mayor será nuestra capacidad para focalizar lo que tenemos que hacer para conseguirlos.
  4. Escribirlos y ponerlos a la vista aumentará el recuerdo y por tanto la perseverancia impidiendo que nos olvidemos de ellos. Además conlleva un mayor compromiso para y con los mismos.
  5. Redactarlos  siempre de forma positiva. Nuestro cerebro entiende y visualiza mejor cuándo utilizamos términos y palabras que representen los resultados que queremos lograr. Connotaciones negativas como el “no” al principio de un objetivo llegan a ser invisibles a nuestra mente debido a que esta solo atrae aquello que si puede visualizar.  Un ejemplo muy sencillo que leí no hace mucho y que ayuda a comprobar la realidad de este punto es el siguiente: “NO pienses en un elefante azul con tutú subido a un taburete tocando los bongos con la pata derecha y un saxofón a la izquierda. ¿En qué estas pensando? ¿cuánto ha tardado tu mente en dibujar a un zoo, un circo, un animal fantástico y todos aquellos complementos que NO le acompañaban?”
  6. Ponerles fecha. Las personas por nuestra propia naturaleza social estamos obligadas a organizarnos en función de horarios y calendarios de tal manera que logramos tener cierto orden en nuestro día a día. Establecer una fecha concreta para su cumplimiento va de la mano del siguiente punto.
  7.  Deben ser objetivos revisables y que se revisen en las fechas establecidas en el punto anterior. Comprobar de manera periódica si se están logrando adecuadamente y en caso de que así sea, reforzar y premiar nuestro propio  esfuerzo es algo fundamental para poder seguir adelante siendo perseverante en nuestro camino. En caso contrario sería importante reflexionar e intentar identificar aquello en lo que se puede estar fallando y hacer las pertinentes modificaciones.

Ya no tienes excusas para no plantearte nuevos retos que te hagan crecer ya sea como deportista o persona. Aquí tienes las claves para vencer a ese monstruo de siete cabezas que es el tiempo y a ese demonio llamado pereza que te insta a quedarte de brazos cruzados mientras la vida pasa. Tiempo, hábito y disciplina.


¡Ánimo, tú llevas el timón del navío, te espera una larga travesía!

lunes, 11 de agosto de 2014

Los factores psicológicos:un punto débil en el protocolo de apoyo médico de los Centros de Tecnificación Deportiva y Centros Especializados.

Un aspecto esencial a tener en cuenta por parte de cualquier Centro de Tecnificación Deportiva o Especializado es la protección de la salud de sus propios deportistas ya que estos se encuentran constantemente en situaciones de trabajo y esfuerzo, sobre todo en  situaciones de competición, que pueden hacer peligrar su salud y que en ocasiones, pueden prevenirse si se estudian previamente los factores de riesgo que pueden ocasionar dicho peligro; además deberá ofrecer cierto apoyo científico en aras a un mayor progreso deportivo. Para ello el Consejo Superior de Deportes elaboró un Protocolo mínimo de valoración que habría de hacerse no solo en un momento inicial sino que también habría de extenderse a momentos posteriores a modo de seguimiento. Dicho texto fue creado por una Comisión compuesta por responsables de cada área del Centro de Medicina Deportiva del C.S.D y los representantes de los Centros Médicos de las diversas Comunidades Autónomas.

Si observamos detenidamente el texto en cuestión no es difícil percatarse de que por lo general, hace referencia a la salud del deportista pero entendida en términos de salud física. A grandes rasgos el Protocolo de apoyo médico deportivo de los Centros de Tecnificación Deportiva y Centros Especializados se divide en tres  áreas: de salud, de valoración funcional y asistencial.

  1. Área de salud: en ella se atiende a los antecedentes familiares del deportista en cuestión, alergias, intervenciones quirúrgicas, en mujeres aspectos relacionados con el ciclo menstrual o embarazos, cuestiones acerca de los aparatos respiratorio, circulatorio, digestivo, urinario, genital, locomotor y nervioso, análisis de sangre o valoración del sistema endocrino. También incluye una exploración sobre el peso y sus cambios, sobre la talla, impresión general del sujeto respecto a su piel, cabeza y cuello, tórax, abdomen, genitales, neurológico y los diferentes pulsos. Se valora la columna vertebral y los miembros de las extremidades superiores e inferiores y se realizan determinadas observaciones relacionadas con los hábitos de alimentación. Por último se procede a una extensa valoración cardiológica. Todo ello con los recursos técnicos pertinentes y a cargo de un médico especialista en Medicina de la Educación Física y el Deporte.
  2. Área de valoración funcional: esta se realiza a cargo del médico especialista en Medicina de la Educación Física y el Deporte y además un Diplomado en Enfermería que esté familiarizado con la realización de ergonometrías. En esta valoración se realiza una prueba de esfuerzo incremental continua y máxima donde se realiza un registro electrocardiográfico y un análisis de los gases. Tiene como objetivos  estudiar la adaptación al ejercicio de los diferentes sistemas y aparatos del organismo así como la valoración de la condición física, la evolución del deportista en diversos momentos, dar cuenta de procesos patológicos y definir un perfil fisiológico. Los parámetros valorados se dividen en tres grupos: mecánicos (velocidad, potencia…); epirométricos (ventilación, consumo de oxigeno, producción de CO2…) y cardiovasculares (Frecuencia cardiaca y tensión arterial). Incluye además un protocolo antropométrico.
  3.   Área asistencial: cubre objetivos como la asistencia médica a la población de referencia y seguimiento de la evolución de sus pacientes, la valoración funcional de deportistas que han sufrido una lesión así como recuperación de las mismas y la prevención de posibles lesiones y enfermedades comunes del deporte. En ella se incluyen los recursos tanto materiales (consulta médica, sala fisioterapia…) como humanos (Médicos especialistas en Medicina de la educación física y deporte, ATS y fisioterapeutas y masajistas) que deben incluir los centros en aras a una adecuada asistencia a sus deportistas.
No cabe ninguna que las lesiones son muy importante en lo que respecta al mundo deportivo. Sufrir una lesión no solo provoca dolor sino que además obliga al deportista a permanecer inactivo durante un tiempo determinado lo que se traduce en una serie de consecuencias derivadas tales como la ruptura del día a día o la posible pérdida de ingresos pero además trae consigo determinados efectos psicológicos que afectan de manera directa al bienestar del deportista y por ende a los que le rodean: ansiedad, depresión, irritabilidad u hostilidad son reacciones frecuentemente encontradas en deportistas que padecen algún tipo de lesión y sobre todo en aquellas cuya duración tiende a ser prolongada. Por lo que puede afirmarse que cualquier alteración física del deportista puede conducirle a una alteración de tipo psicológico. Curiosamente este tipo de alteraciones predisponen la vulnerabilidad del individuo a sufrir otras lesiones futuras, dificultando y lentificando además el proceso de recuperación y adaptación. ¿Pero en qué parte del protocolo se atiende a la valoración de estos aspectos psicológicos? En ninguna.

Así pues, resulta casi inadmisible aceptar que en un protocolo de tal calibre no se incluyan apartados destinados a la valoración y evaluación psicológica: atención, estrategias de afrontamiento, predisposición al estrés o a la depresión, estilos cognitivos, pensamientos relacionados con situaciones de competición y por ende ante la victoria o el fracaso; o relacionados con las propias lesiones, creencias, tolerancia a la frustración, capacidad de trabajo en equipo, autoestima y autoconcepto suponen una muestra reducida del amplio abanico de factores psicológicos que se ponen en juego antes, durante y después de los entrenamientos y de forma más acentuada , en las situaciones  de competición.
En la actualidad las/os psicólogas/os y en su caso, las/os especializadas/os en la Psicología del Deporte y la Actividad Física contamos con un amplio arsenal de herramientas técnicas y metodológicas que nos permiten realizar un extenso análisis acerca de las diferentes variables psicológicas relacionadas con el deporte. Instrumentos que se encuentran en constante evolución y que cada vez son más precisos y rigurosos en su desempeño.  Todo ello puede ayudar a obtener un perfil psicológico del deportista que nos permita conocer y predecir como actuará en las diferentes situaciones relacionadas con el deporte: entrenamientos, competición o lesiones y que tienen una importancia primordial en la prevención de posibles estados psicológicos disfuncionales que dificulten y torpedeen su rendimiento o su recuperación en caso de lesión como se mencionó previamente.

Por lo tanto se hace necesario incluir en este protocolo de apoyo médico (que en tal caso además, debería modificar su terminología incluyendo el término psicológico) de los Centros de Tecnificación Deportiva y Centros Especializados un cuarto apartado destinado a la valoración del área psicológica del deportista. Indudablemente esta debe ser llevada a cabo por una/un especialista en la materia  Psicología del Deporte y la Actividad Física e incluir los recursos necesarios para efectuar dicha valoración (cuestionarios, tests, consultas…).  Con los motivos expuestos en el presente documento obviar la importancia que tiene obtener una visión general del perfil psicológico del deportista supone claramente desatender  necesidades o aspectos cuyo desequilibrio puede poner en riesgo su estado de bienestar y que con una correcta evaluación pueden llegar a  prevenirse.

jueves, 7 de agosto de 2014

La atención y la concentración en el deporte: ¿cómo mejorarlas?

¿Qué es la atención? Aún hoy día y debido a su complejidad aún no se cuenta con una definición consensuada y unívoca del concepto sobre todo por la dificultad que entraña entenderlo e identificarlo en términos operativos y precisos. Por un lado pueden entenderse como un proceso cognitivo discriminativo que tendría como finalidad la selectiva esto es, funcionaria como un mecanismo a través del cual la enorme cantidad de información que recibimos a través de los sentidos es filtrada en función de las demandas del ambiente. Por otro lado la atención se encuentra en la base del resto de los procesos cognitivos controlando, regulando y acompañando al resto de los componentes del procesamiento cognitivo. Ya lo dice Goleman en su maravilloso libro Focus: “Si nuestra destreza en la atención es pobre, también lo será en nuestro desempeño, pero si, por el contrario, está bien desarrollada nuestro desempeño puede llegar a ser excelente”.

Así pues, en el deporte como en la vida misma, tener la capacidad de conocer y dominar nuestros propios procesos atencionales así como nuestra concentración es algo fundamental. Por ejemplo en el deporte de alto rendimiento y en las situaciones de competición cualquier pérdida concentración por momentánea que sea, puede conducir inevitablemente a un error irreparable que en ocasiones llega a tirar por la borda meses de esfuerzo y trabajo.
Hay que tener en cuenta que, aunque existe cierta tendencia a utilizar como sinónimos atención y concentración, ambos conceptos son diferentes, siendo la concentración el mantenimiento de la atención a lo largo de un tiempo más o menos duradero en función de la situación o  tarea que se esté enfrentando. En muchas ocasiones se les exige a los jugadores mantener la concentración pero pocas veces se trabaja este aspecto dentro de los entrenamientos.

Una de las estrategias más sencillas para trabajar en la mejora de la atención y la concentración es realizar en los entrenamientos actividades en las que se introduzcan estímulos distractores tales como ruidos grabados que simulen que las gradas están llenas o cualquier otro distractor que pueda hacer acto de presencia durante la competición. Cuánto más planificada y parecida a una situación real sean las actividades mayor probabilidad de que el jugador esté preparado y  la afronte correctamente.

Otro de las numerosas estrategias que pueden ponerse en marcha para mejorar la atención y  por ende, la concentración es el uso de palabras convenidas.  Este tipo de palabras se caracterizan por desencadenar una reacción emocional o motivacional y pueden ser o bien instruccionales (sube el brazo, estira..) o propiamente motivacionales (¡vamos!¡adelante!). La estrategia consiste en buscar una palabra que se adapte de manera individual al deportista por lo que son ellos mismos quiénes deben elegirla, y utilizarla cuando, por cualquier motivo interno o externo, sientan que están perdiendo la concentración. Por supuesto, es importante trabajar con estas palabras durante las sesiones de entrenamiento ya que requieren de cierto tiempo para asociarse a la reacción que pretenden causar.

Durante competiciones y entrenamientos existen ciertas dificultades con las que se pueden encontrar los deportistas. Una de las mayores dificultades en lo que atención y concentración se refiere, es la tendencia a hacer evaluaciones acerca de su ejecución y clasificaras en positivas o negativas. Estas evaluaciones llevan inevitablemente a provocar reacciones personales y sobre todo tienden a distraer al deportista por lo que posiblemente se reflejará en una disminución del pensamiento. Esto ocurre porque el cerebro empieza a desatender al cuerpo y se centra en estas valoraciones reduciendo no solo nuestra concentración, sino que además  influye notablemente en la capacidad para la toma de decisiones.  Por lo que hay que intentar transmitir a nuestros deportistas que deben examinar las actuaciones de manera constructiva y asumir el fallo en cuestión para intentar mejorarlo de cara a una situación futura y aún más importante es que, si esto ocurre en el transcurso de una competición debe hacerse una vez finalizada lejos de las tensiones del momento y en un ambiente relajado y que permita una adecuada reflexión sin poner en juego el rendimiento.


Por último quiero hablaros varios aspectos que, aunque no son estrategias propiamente dichas ayudan a mantener la concentración durante el tiempo de entrenamiento o competición: la anticipación de dificultades y el establecimiento de rutinas. Prever posibles dificultades y planificar y/o visualizar mediante imaginación las actuaciones que podrían ponerse en marcha en caso de que tengan lugar ayuda  nuestro cerebro a estar preparado para posibles situaciones futuras puesto que nos ahorraremos las reacciones emocionales propias de no saber afrontarlas y el tener que buscar de manera premeditada una actuación alternativa. Cuantas más circunstancias se tengan controladas menos lugar se  deja al factor sorpresa y por lo tanto menos probable es que logre distorsionar la concentración durante la ejecución. Las rutinas por su parte, forman parte en cierta manera de está anticipación. Las rutinas son capaces de focalizar la concentración ya que suelen asociarse a comportamientos aprendidos que llegan a automatizarse. Ayudan en gran medida a organizar el tiempo anterior a la ejecución o durante la misma (por ejemplo, tras un descanso) y hace que el deportista se prepare mentalmente para cuando llegue el momento de su desempeño puesto que estructuran los procesos de pensamiento y los estados emocionales centrando la atención en el presente y en las señales vinculadas a la tarea. Un ejemplo de rutina sería el futbolista que entra en el campo con el pie derecho y toca el césped antes de comenzar el partido o botar la pelota un número determinado de veces. La mayoría son conscientes de que con ello no se altera la suerte pero sin duda es una forma de prepararse, concentrarse y decirse a si mismo ¡Vamos que esto empieza!