jueves, 31 de agosto de 2017

¿ANSIEDAD NORMAL O PATOLÓGICA? ¿QUÉ ES REALMENTE UN ATAQUE DE PÁNICO?

En la actualidad, la prevalencia de los trastornos de ansiedad gira en torno al 20% y 40% en las unidades de atención primaria. Esto supone reconocer, que los trastornos de ansiedad se sitúan como el segundo grupo de trastornos más frecuentes detrás de los relacionados con el consumo de sustancia y por delante de los trastornos del estado de ánimo.

La ansiedad, puede definirse como la anticipación de una amenaza o daño futuro que se acompaña de sentimientos desagradables y ciertos síntomas fisiológicos de tensión. Es por esta capacidad anticipatoria, por la que la ansiedad resulta esencial como aviso de un posible peligro futuro puesto que nos dota de la capacidad funcional y movilizadora para hacer frente a dicho peligro. Sin embargo, este peligro, puede ser real o no serlo y, es en este último caso en el que el aviso anticipatorio, se convierte en un aviso disfuncional. De este modo, es posible hablar de una ansiedad normal o patológica.

La ansiedad patológica, es sumamente visible cuando sobrepasa ciertos niveles de intensidad y se convierte en un auténtico malestar significativo que como se suele decir, no mata, pero se relacionan con sustanciales niveles de incapacidad por parte del individuo y que tiene un directo e importante impacto, sobre todas las esferas de su vida cotidiana agravándose, además, por su curso recurrente y crónico en muchos casos.

Dentro de los trastornos de ansiedad, llaman sumamente la atención, uno de sus principales síndromes: los comúnmente conocidos como ataques de ansiedad o ataques de pánico (DSM-V). Pero ¿sabemos realmente qué son?

LOS ATAQUES DE PÁNICO

Los ataques de pánico suelen dar comienzo con una aparición súbita de miedo intenso que alcanza su máxima expresión durante unos minutos en los cuales, suelen presentarse al menos, de los siguientes síntomas derivados de la activación del sistema nervioso simpático: palpitaciones o elevación de la frecuencia cardiaca, sudoración, temblores, sensación de ahogo, sensación de atragantamiento, opresión o malestar torácico, náuseas o molestias abdominales, sensación de inestabilidad o mareo e incluso desmayo. También pueden darse otros síntomas más complejos como la desrealización o despersonalización (sensación de irrealidad o de separarse de uno mismo, respectivamente); parestesias o escalofríos y un terrible miedo a perder el control o a morir. Estos ataques tienden a tener una duración inferior a los 30 minutos y suponen un auténtico infierno para quienes lo padecen.


Si bien es cierto que, aunque generalmente se ha asumido que no existe una determinación situacional o estimular para concluir su naturaleza biológica, existen estudios recientes que han puesto de relieve que el primer ataque, aparece en contextos cargados de elevados niveles de tensión emocional y de ansiedad.

 El principal problema de los ataques de pánico, no lo constituye el ataque en si mismo, sino el miedo anticipatorio o el temor a sufrirlo ya que en términos generales, se acepta que solo el primer ataque es verdaderamente inesperado y que los siguientes, se producen por condicionamiento a señales interoceptivas o externas, cuya propia focalización, provoca la hiperactivación del sistema simpático amplificando así, una sintomatología muy intensa y desagradable dada su semejanza con otras patologías como por ejemplo, los infartos.