miércoles, 12 de agosto de 2015

¿MANÍA BUENA O MALA? LA DELGADA LÍNEA ENTRE MANÍAS Y OBSESIÓN


Colocar los zapatos en el zapatero en la misma dirección, ordenar la mesa de trabajo cuadriculando cada centímetro de la misma, colgar cada prenda del tendedero con pinzas de un mismo color, santiguarse tres veces y tocar madera antes de empezar un examen, exposición o conferencia. Todos tenemos manías. Más o menos reconocidas, pero las tenemos. Esto es una realidad innegable.


En el mundo deportivo esto se hace aún más evidente: desde entrar al terreno de juego con el pie derecho, frotar las manos por la espalda de la entrenadora antes de salir al tapiz, tocar con la raqueta el pie derecho tres veces (ni una más ni una menos) antes de que dé comienzo el partido de tenis o tocar los tres palos de la portería antes de empezar el partido, lavarse las manos con el mismo gel los momentos previos al comienzo de una competición de golf hasta, por ejemplo las de tipo “Iker Casillas” a quién no le gusta pisar la línea antes de salir al terreno de juego, corta mangas y cuello de las camisetas antes de competir y toca el larguero con la mano izquierda cada vez que el equipo marca, las de tipo “Rafa Nadal” a quién no le gusta pisar las líneas blancas o durante el descanso, usa dos botellas de agua colocadas una justo al lado de la otra y bebe un sorbo de cada, o las de tipo “Serena Williams” que bota la pelota cinco veces antes de su primer saque y tres veces antes del segundo. Podría seguir, y no acabaría. Sin embargo, si te has reconocido en alguno de estos ejemplos o similares, no tienes nada que temer. ¡Que no cunda el pánico!

Estos ejemplos, aunque se les llamen manías, no tienen por qué ser malas. Las llamadas manías buenas, son una serie de costumbres o rituales que al hacerlos, nos proporcionan tranquilidad y seguridad. Son actos que nos ayudan a estar preparados para lo que viene después, conductas que nos ponen en contacto con la situación de competición o entrenamiento para que toda nuestra atención se centre en ello. Sin embargo, el no hacerlos por cualquier circunstancia, no se traduce en una excesiva preocupación o no supone una alteración importante en el día a día de la persona. El problema viene, cuando todo esto si ocurre. Por tanto, ¿dónde está el límite entre la manía y la obsesión?

Las obsesiones, según define el DSM-IV, pensamientos, imágenes o impulsos recurrentes y persistentes que generan elevados niveles de ansiedad o malestar en la personas. Este malestar generado se intenta neutralizar o ignorar a través de otro tipo de pensamientos o bien a través de determinados tipos de acciones como son las compulsiones. Las compulsiones, por su parte, son comportamientos repetitivos (como lavarse las manos continuamente a lo largo del día, comprobar una y otra vez que hemos cerrado la puerta de casa o del coche, ordenar las cosas de la oficina..) o acciones mentales como rezar, repetir una misma palabra o contar. Este tipo de compulsiones, suponen una necesidad inmediata que las personas sienten que tienen que hacer en respuesta a las obsesiones, casi una obligación. Por ejemplo, quienes temen al contagio de una enfermedad y se lavan las manos tantas veces al día, que llegan a sufrir  importantes prorblemas de piel.Todo ello, conlleva un malestar constante y significativo en la vida de la persona ya que suponen una importante interferencia en sus diferentes áreas (social, laboral, familiar) ya que consumen parte de su tiempo para llevarlos a cabo. Inevitablemente, esto conduce a un progresivo deterioro del rendimiento, ya sea en el área laboral como deportiva, por ejemplo.

Las obsesiones y las compulsiones, son los factores principales que apuntan a la posibilidad de padecer un trastorno obsesivo compulsivo. La irracionalidad de ambos factores, es algo que no siempre es admitido por la persona. A ello se le suma la dificultad de reconocer este trastorno cuando las compulsiones no son actos manifiestos sino que, por el contrario, se realizan de manera encubierta, como es el caso de las acciones cognitivas antes mencionadas: contar, rezar, repetir palabras o frases en la mente.


En la actualidad, existen muchas técnicas para sustituir estas obsesiones y compulsiones por pensamientos y conductas mucho más adaptativas, como los procedimientos de exposición, dirigidos principalmente a reducir la ansiedad, temores y malestar asociados a las obsesiones  y las técnicas de supresión o bloqueo más dirigidas a disminuir la frecuencia tanto de obsesiones como compulsiones, u otras técnicas mucho más sencillas ("de andar por casa") que pueden ayudarte de manera progresiva a convertir las malas manías en manías buenas; aunque para ello, siempre será importante consultar con un profesional.


Por tanto, se pueden  tener en cuenta determinados aspectos para reconocer cuando una manía es buena o mala. ¿Qué pasa si no las llevo a cabo? ¿Consume gran parte de mi tiempo? ¿Me siento excesivamente mal antes de llevarlas a cabo y el realizarlas me genera alivio? Hay cosas que el ser humano nunca podrá controlar: los resultados de un partido de fútbol, las decisiones de un árbitro a la hora de pitar una falta o que falle el ordenador que ibas a usar antes de dar una conferencia. Puedes realizar cuantas manías tengas, sin embargo has de plantearte si invertir tú tiempo y parte de tus emociones en realizar actos que no evitarán lo inevitable, te merece realmente la pena. Porque si queremos que algo suceda, tenemos que implicarnos, coger el toro por los cuernos e ir a por ello, dejando el menor lugar posible a aquellos factores externos que no podremos controlar y que pueden llegar a mermar nuestra atención en momentos tan importantes como una competición. 


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