viernes, 27 de octubre de 2017

LA DURA REALIDAD DEL SUICIDO. LO QUE SE CALLA Y LO QUE ESCONDE.

Desgraciadamente, en la actualidad, el tema del suicidio ha suscitado y sigue suscitando una gran cantidad de concepciones erróneas acerca del mismo. Tanto es así que “en nuestra sociedad es una realidad incómoda, algo tabú de lo que uno se avergüenza (Psiky)”. Y, créanme cuando les digo que no es tan difícil como pensamos, caer en la conducta suicida.

Datos actuales sobre el suicidio.

En la actualidad, la Organización Mundial de la Salud ha declarado el suicidio y sus tentativas como uno de los problemas de salud más graves. Y no es para menos. Según la OMS, el suicidio es la segunda causa de defunción entre las personas de 15 a 29 años, más de 800.000 personas se suicidan cada año y se da una muerte por suicidio cada 40 segundos. Concretamente en España, las cifras de muerte por suicidio superan considerablemente a las de muerte por accidente de tráfico.

Aproximadamente un 90% de las personas que atentan contra su vida, padece algún tipo de enfermedad. Es más, supone la primera causa de muerte prematura entre personas diagnosticadas de depresión, de esquizofrenia, trastorno bipolar o trastorno por consumo de sustancias. Sin embargo, la presencia de un trastorno mental no es un factor necesariamente presente en este tipo de conductas.

El suicidio es un problema complejo para el cual, no existe una única causa, sino que, por el contrario, implica una compleja interacción multifactorial. Es por tanto que, resulta difícil explicar por qué algunas deciden atentar contra su vida mientras que otras, en una situación similar o incluso más graves, no lo hacen.




El reto que plantea la desesperación del suicidio es encontrar otras maneras de resolver sentimientos intolerables”

Por lo general, el suicidio se presenta como una solución definitiva ante un intenso dolor de tipo emocional, mental y/o físico temporal o para relaciones de tipo disruptivos. Es importante tener en cuenta que el vacío, la desesperanza o el dolor no son algo permanente sino más bien, un estado temporal. Su realización, puede ser resultado de una cuidadosa planificación o de un acto impulsivo. La impulsividad necesaria para llevar a cabo el acto no persiste de forma indefinida es decir, la persona no tiene la idea dando vueltas en su cabeza durante las 24 horas del día.

La mayoría de las personas que piensan en suicidarse realmente no quieren morir, solo desean liberarse de ciertos estados intolerables de sufrimiento. Por ello, a menudo conviven con una habitual ambivalencia entre las razones entre vivir y morir.

Mitos sobre la persona con ideación suicida.

Paradójicamente, a pesar de todos estos datos, la mayoría de los casos de suicidio pueden prevenirse. Sin embargo, los mitos existentes sobre la persona con ideación suicida dificultan y entorpecen enormemente la prevención de dicha conducta. Al convertirse en un tema tabú dentro de nuestra sociedad, las personas que presentan ideación suicida no suelen buscar la ayuda de un profesional.

Mito 1: preguntar a una persona si está pensando en suicidarse puede 
incitarle a hacerlo.

La evidencia demuestra que preguntar y conversar con la persona sobre la idea de pensamientos suicidas, disminuye de forma considerable el riesgo de llevar a cabo el acto. Por ello, si tenemos algún conocido o familiar que pueda estar en esta situación, preguntar y escuchar sus pensamientos y emociones aliviará su tensión. Para ello, resulta de vital importancia adoptar una disposición de auténtica escucha y respeto. ¡Nada de alarmarse, discutir o minimizar estas ideas!

Mito 2: la persona que expresa que desea acabar con su vida nunca lo hará.

En esta cuestión la evidencia ha demostrado que, con frecuencia, la mayor parte de las personas que han intentado suicidarse previamente, habían expresado dicha intención o bien con palabras, con cambios conductuales o en forma de amenaza. Por tanto, estas verbalizaciones no deben nunca, ser consideradas como alarde, chantaje o manipulación de la persona con un fin determinado.

Mito 3: la persona que se quiere suicidar no lo dice.

Parece ser que 9 de cada 10 personas que se suicidan, expresan claramente sus propósitos y la otra, dejó entrever sus intenciones de acabar con su vida de una forma u otra. La realidad es que solo un escaso número de suicidios se producen sin aviso. Es esencial que si, detectamos que alguien se encuentra en situación de riesgo, preguntemos sobre ello y nos tomemos en serio cualquier amenaza de autolesión.

Mito 4: el suicidio es impulsivo y la mayoría de los suicidas no avisa.

El suicidio, como se ha mencionado anteriormente, puede ser resultado de una cuidadosa planificación previa o de un acto impulsivo repentino. En ambos casos y por lo general, existen signos directos o indirectos, verbales y no verbales, pistas o advertencias del riesgo suicida. Por ello, en la prevención, juega un papel esencial aprender a detectar señales de inminente riesgo y que conozcamos que factores reducen o incrementan su aparición.

Mito 5: solo las personas con problemas graves se suicidan.

Ya se ha comentado que el suicidio es multicausal y que, lo que para unos resulta una nimiedad, para otros supone una terrible situación de desesperación y dolor. Al respecto, podría no ser acertado valorar desde nuestro de punto de vista, lo que para otras personas puede o no ser grave ya que puede llevar a que infravaloremos el dolor que les puede estar causando.


Señales de alerta para la detección del riesgo suicida.

Muchas personas evidencian sus intenciones a través de ciertos síntomas o signos que hacen posible la detección del riesgo suicida. Conocerlas, supondría un importante factor de minimización de dicho riesgo. La identificación de estas señales de alerta está directamente relacionada con la presencia de la ideación suicida. Aun así, que no se detecten, no significa que la persona no pueda llevar a cabo una tentativa de suicidio.

  1. Comentarios negativos sobre si mismo, su vida o sobre el futuro: no valgo para nada, soy un inútil, estaríais mejor sin mí, estoy cansado de luchar, soy una carga para todos, las cosas no van a mejorar nunca.
  2. Comentarios o verbalizaciones relacionadas con el acto suicida o la muerte: me gustaría desaparecer, quiero descansar, no quiero seguir viviendo, me pregunto como sería la vida si estuviera muerto, nadie me quiere y es preferible morir…
  3. Despedidas verbales o escritas: “quiero que sepas que en todo este tiempo, me has ayudado mucho”
  4. Cambio de conducta en dos sentidos: claro aumento de la irascibilidad, la irritabilidad, ingesta de alcohol en frecuencia inusual o en cantidades superiores a la habitual o, por el contrario, la aparición de un periodo de calma y tranquilidad repentina tras una gran agitación. En este ultimo caso, considerar la situación como una mejoría puede ser un gran error, siendo una importante señal de peligro inminente.
  5. Aparición de laceraciones recientes en el cuerpo.
  6. Regalar objetos muy personales, preciados y queridos.
  7. Cerrar asuntos pendientes.
  8. Preparación de documentos para cuando uno no esté.
Estrategias para las situaciones de riesgo.
  • Tener disponible unos teléfonos de emergencia o ayuda.
  • Limitar el acceso a posible medios lesivos.
  • No dejarle solo: involucrar a las familias y a los amigos.
  • Mejorar las habilidades: escuchar y preguntar.
  • Autocuidado de la familia y del entorno. También ellos pueden necesitar la ayuda profesional.


  Referencias:
Guía para familiares: detección y prevención de la conducta suicida en personas con enfermedad mental de la Comunidad de Madrid.
Guía para trabajar el suicidio en la terapia. https://www.psiky.es/practica-clinica/tratamiento/suicidio/

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