jueves, 24 de julio de 2014

LA IMPORTANCIA DE LA PSICOLOGÍA DEL DEPORTE COMO CAMPO PRÁCTICO DE ACCIÓN

Generalmente se reconoce que los aspectos psicológicos son una dimensión esencial para determinar la eficacia cuando hablamos de rendimiento deportivo en tanto que se admite su papel en los niveles más altos de actuación. Sin embargo si preguntamos a cualquier deportista o entrenador acerca de que aspectos suelen trabajar durante los entrenamientos probablemente encontremos que prestan mayor atención a  los componentes técnicos o físicos. A menudo, se tiende a omitir la consideración del componente psicológico de los entrenamientos, a sabiendas de su importancia, suponiendo que las habilidades que entraña se desarrollan solas o mejoran con la práctica física. (Graciela 2011) Muy pocos son los que conocen la importancia de trabajar la mente en el mundo del deporte para aumentar el rendimiento no solo deportivo, sino que además se puede llegar a generalizar a cualquier ámbito de la vida diaria.
En los centros de personas mayores, especialmente en aquellos dónde residen afectados por la demencia tipo Alzheimer en cualquiera de sus fases, cobra un papel primordial las intervenciones de estimulación cognitiva que se realizan con este colectivo. Estas intervenciones se realizan a modo de talleres dónde se persigue la recuperación y/o mantenimiento de las funciones mentales superiores. Como afirman Tárraga y Boada (1999)  la experiencia de realizar este tipo de talleres ha puesto de manifiesto en muchos  pacientes, funciones cognitivas así como capacidades instrumentales que habían quedado en el olvido. Otro ejemplo es el de las personas que sufren algún tipo de accidente o lesión cerebral dónde se hayan visto implicadas cualquiera de las funciones superiores en cuyo caso la intervención se destinará a la rehabilitación cognitiva del paciente. Parece existir una cierta tendencia a equiparar el concepto de rehabilitación neuropsicológica con el de estimulación cognitiva (Muñoz 2009), sin embargo este último incluye diferentes grupos de intervenciones destinadas a la rehabilitación cognitiva en sí (incluyendo la estimulación); intervenciones junto con la familia, modificación conductual y la posterior adaptación profesional o vocacional de la persona afectada. El fin último sería permitir tanto a pacientes como a sus familiares reducir las alteraciones cognitivas y  conductuales así como manejar las dificultades que puedan quedar como secuelas.

Llegados a este punto cabe plantearse la siguiente cuestión: si ha sido posible recuperar, incluso mejorar las capacidades cognitivas que se han visto comprometidas en personas por estas  patologías, cabría esperar que, poniéndose en marcha intervenciones similares en personas cuyas funciones superiores se encuentren intactas se produzca una estimulación y potenciación de dichas funciones y que estás se vean reflejadas en la mejora del rendimiento en aquellas tareas en las que se vean implicadas para su desempeño. Si aplicamos esto al ámbito deportivo podemos encontrarnos con muchos autores que han dirigido sus esfuerzos a poner a prueba dicha hipótesis de cara a logar resultados óptimos en el mundo del deporte, por ejemplo Omar Estrada en el I Congreso Ibérico de Psicología Clínica, de la Salud y el Deporte celebrado en Sevilla en el pasado año, expuso un pionero estudio: “Optimización del rendimiento a través de un entrenamiento para el manejo de los errores” donde se llevó a cabo un entrenamiento para aumentar la atención y la concentración a través de técnicas de biofeedback para mejorar el rendimiento entrenando estas habilidades psicológicas para modificar conductas posteriores a los goles recibidos a un portero bien durante un partido o bien durante los entrenamientos. En los resultados se encontraron aumentos significativos tanto en la atención como en la concentración del sujeto en cuestión y además se obtuvieron otros resultados como una disminución de las conductas de desánimo tras recibir un gol. Todo ello se vio reflejado en una mejora de su rendimiento dando lugar a un mayor número de intervenciones exitosas y una menor cantidad de goles recibidos.

Así pues, la importancia de la Psicología aplicada a la práctica deportiva radica en la capacidad de esta disciplina para ofrecer las herramientas necesarias que permitan que los deportistas lleguen a conocer el funcionamiento no solo de su mente, sino también de su cuerpo de tal forma que se tomen conciencia de su propia dinámica y puedan llegar a manejarlo en vistas a lograr un rendimiento óptimo. Es innegable por tanto, que en el rendimiento deportivo hay que combinar la preparación física del cuerpo y la preparación psíquica de la mente o por lo contrario podrían darse procesos de desequilibrio emocional propios de las situaciones de tensión a las que el deportista se somete. Pero ¿cuáles son, en el mundo deportivo, los principales problemas psicológicos de los que se encarga esta disciplina de la que venimos hablando y que la hace tan importante? Para dar respuesta a la pregunta previamente mencionada tomaremos como referencia el manual de Valdés (2002): “La preparación psicológica del deportista: mente y rendimiento humano”.

Una vez adentrados en un escenario deportivo, ya sea una competición o entrenamiento, entran en acción un sinfín de emociones que perfectamente pueden tomar el control de nuestra conducta deportiva y pueden jugarnos una mala pasada. Por lo tanto una de las tareas básicas de las que se ocupa la psicología deportiva es la preparación del componente emocional ya que se encuentra presente desde los primeros momentos del entrenamiento hasta el mismo momento final de una competición. Durante los entrenamientos las personas son sometidas a una serie de esfuerzos de carga física y psíquica por lo que todas las funciones orgánicas se encuentran en tensión en un periodo relativamente prolongado. Lo normal, es que estas tensiones sean transitorias y no tengan mayor relevancia, el problema llega cuando llegan a cronificarse suponiendo un agente estresor para el sujeto que la sufre que derivaría en otros problemas secundarios como perdida sueño, agotamiento o dolores de cabeza, floreciendo además determinadas manifestaciones como irritabilidad, preocupación o ansiedad así como otros signos de carácter depresivo derivados de la inseguridad sobre su capacidad para continuar. A ello se le suma la problemática que causaría si el sujeto en cuestión forma parte de un equipo de tal manera que no será únicamente su rendimiento el que se vea afectado sino que también repercutirá en el rendimiento grupal. Por otro lado se encuentran los problemas emocionales derivados de la competición dónde por lo general, las reacciones emocionales suelen ser más intensas derivadas de la motivación del individuo por ganar o superarse a sí mismo. En esta situación se ponen en marcha tensiones derivadas de diversos ámbitos. Por un lado estarían las variables de tipo social por ejemplo, relacionadas con el compromiso ya sea con el resto del equipo, con el entrenador, público o familiares. Este compromiso se traduce en la rivalidad con el contrario. Es cierto que se necesitan ciertas dosis de rivalidad para enfrentar este tipo de situaciones, pero también es cierto que estas dosis se convierten en hostilidad muy fácilmente con lo que hace más probable la ruptura de las normas deportivas creando un ambiente de intranquilidad o reacciones agresivas fácilmente contagiosas en el entorno. Por otro lado, desde una óptica psicológica la necesidad de ganar o superación puede verse tornada en derrota ante la anticipación de la misma o ante la falta de confianza. Ante esta inseguridad pueden aflorar sentimientos de desánimo o depresivos que afectarán directamente al desempeño de la ejecución antes o durante la competición.

       Otro aspecto importante a tener en cuenta en las situaciones deportivas es el de los estados emocionales. Se entiende por estado emocional un estado de conciencia experimentado como una reacción integrada del organismo dónde las emociones se acompañan de activación fisiológica y de ciertos cambios a nivel conductual. Estos estados emocionales, que afectan al bienestar y a la salud física puesto que el cuerpo en su totalidad participa y reacciona en las experiencias emocionales (Philip 1997), aparecen antes de la competición y se agudizan a medida que se va acercando y además determinan en gran medida las actitudes posteriores ante la victoria o la derrota y por lo tanto servirán de base para situaciones futuras, ya sea para bien o para mal. La importancia de la Psicología del Deporte está en llevar a cabo intervenciones necesarias para modificar los estados negativos que puedan surgir sustituyéndolos por un estado favorable que desemboque en un óptimo rendimiento. Atendiendo a la clasificación propuesta por Valdés, estos son algunos de los estados emocionales con los que un psicólogo del deporte se puede topar:

A.    Estado de óptima disposición: representaría la máxima aspiración de todo deportista y entrenador ya que se encuentra asociado a los mejores rendimientos. En él se pondrían en juego intensas emociones de tipo agradables fruto de la seguridad, la creencia en el éxito y la energía que se ponen de manifiesto durante la competición. Todos sus esfuerzos atencionales estarían dirigidos a la tarea y por lo tanto a aquello que resulta esencial para el correcto desempeño de la misma.

B.     Estado de ansiedad competitiva: es esta situación el deportista siente que no controla su propia energía. La tensión, la intranquilidad y el temor son algunas de las reacciones que pueden derivarse de dicho estado por lo que resulta imposible controlar la atención y estar alerta por lo que la actuación se verá torpedeada, bien por las expectativas que se tenga sobre la propia ejecución, bien por los temblores, sudores o malestar que suelen producirse por el exceso de ansiedad. Esto además se ve acentuado ya que a modo de circulo vicioso las malas ejecuciones en la competición retroalimentan al individuo de tal manera que inducen en el temor o la ansiedad que se da en un primer momento.

C.     Apatía en el entrenamiento y la competición: suele relacionarse con estados depresivos transitorios donde se da una disminución del interés por competir. En esta ocasión suelen expresarse sentimientos de debilidad, somnolencia, imposibilidad ante la realización de esfuerzos, temores e inseguridad. A ello se le suma la evidente falta de concentración y la lentitud a nivel cognitivo y motor. No es raro encontrar en estos estados síntomas de la ansiedad puesto que en un alto número de casos suelen coexistir. También aparecerían manifestaciones de tipo psicosomáticas como diarreas, insomnio, problemas estomacales o dolores musculares utilizados en ocasiones, para rehuir de la ejecución

D.    Estados fóbicos: consecuencia de ciertos temores que suelen acompañarse de altos niveles de ansiedad que repercutirían en el rendimiento incluso llegando a evitar la situación debido al componente fóbico.

Son varios los factores que pueden estar en juego a la hora de presentar un estado emocional u otro. La motivación es uno de los más importantes bien cuando está presente pero aún más cuando está ausente. La falta de motivación es algo que comúnmente podemos encontrar en situaciones de competición y que se hace patente durante los entrenamientos ya sea a través de la apatía ante las tareas o bien faltando a las sesiones. Lo que sí está claro es que en muchos casos, su pérdida está motivada por otras áreas de la vida del deportista: laboral, académica o familiar. Un aspecto esencial y en estrecha relación con la motivación es el planteamiento de los objetivos que se quieren lograr puesto que, según la psicóloga deportiva Patricia Ramírez (2012), muchas veces la pérdida de motivación viene precedida por una vaga formulación de los mismos, porque son demasiado ambiciosos o porque se ven los resultados finales demasiado lejanos en el tiempo (por ejemplo ante unos Juegos Olímpicos). En cuanto a rendimiento, el planteamiento de objetivos es una cuestión muy útil puesto que dirigen la atención y la ejecución hacia los aspectos más importantes de la tarea, ayudan a movilizar el esfuerzo y además lo prolongan en el tiempo. Por lo tanto la labor principal desde la Psicología del Deporte estaría en enseñar al deportista la utilidad de que puede tener un correcto planteamiento de objetivos de cara al rendimiento,  ayudar y acompañar al deportista en la labor de formularlos correctamente (individuales, acorde con sus capacidades, concretos) y  establecer programas para el cumplimiento de los mismos.

Otro factor importante que influye en la motivación y de claro componente psicológico es la autovaloración del deportista que en relación con la percepción realista del objetivo en muchas ocasiones suele ser causa de percepciones desajustadas a la realidad como ocurre en el caso de los deportistas que empiezan a infravalorarse. En estos casos no solo se pierde la motivación respecto a los entrenamientos sino que además el comportamiento durante la competición deja de ser regular para tornarse en inestabilidad por lo que se predispone a la ansiedad y por ende, al círculo vicioso del que se habló en párrafos anteriores. Por lo tanto el ajuste de la autovaloración del deportista es una tarea fundamental que puede solventarse desde la Psicología del Deporte.

Dicho todo esto, es innegable la importancia de la Psicología aplicada al mundo del deporte. Desde los primeros momentos en los que un deportista inicia su andadura la preparación psicológica es un factor fundamental para su correcta desenvoltura  ya que no hacerlo podría acarrear consecuencias negativas no solo de cara al rendimiento, sino que además una cronificación de aquellas tensiones derivadas de un inadecuado afrontamiento de situaciones de entrenamiento o competición, repercutirían seriamente en su estado de salud. También la Psicología del Deporte juega un papel esencial ya que pone a disposición del deportista una amplia gama de herramientas para el aprendizaje y puesta en práctica de estrategias que les ayuden a conocer, controlar y regular sus estados emocionales dentro del ámbito deportivo, estrategias que pueden extrapolarse y generalizarse a cualquier ámbito de la vida diaria. Esto es un hecho importante, ya que la sensación de saber que somos capaces de controlar nuestras emociones aumenta la sensación de seguridad y confianza que se traducirían en una visión propia más positiva o lo que es lo mismo, una autovaloración positiva  que hará que nos veamos capaces de lograr cualquier meta u objetivo que nos propongamos contribuyendo por tanto a aumentar nuestra motivación ante la ejecución o desempeño de cualquier tarea, entrenamiento o competición. El equilibrio de todos estos aspectos mencionados (y otros muchos que por motivos de extensión no han sido incluidos aquí) logrado a través de programas de intervención diseñados desde la Psicología Deportiva, contribuirá a un estado de bienestar del deportista que se verá claramente reflejado en su rendimiento, y además se expandirá a otros muchos aspectos que caracterizan los escenarios deportivos: el trabajo en equipo, las relaciones interpersonales (con entrenadores, árbitros, jugadores) o el trato al rival. La Psicología del Deporte, la única capaz de enseñar a un deportista a afrontar sus derrotas pero también sus victorias, aspecto que a muchos se les escapa de las manos.

BIBLIOGRAFÍA

ESTRADA, O. 2013. Optimización del Rendimiento a través de un entrenamiento para el manejo de los errores. En: Actas del I Congreso Ibérico de Psicología Clínica, de la Salud y el Deporte: 7,8 Y 9 marzo. Sevilla: Universidad de Sevilla.

GRACIELA, M. 2011. Atletismo de fondo: La importancia de la Psicología en el deporte. [Blog]. [Buenos Aires]: atletismodefondo.wordpress.com [Consulta: 19 julio 2014]. Disponible en: http://atletismodefondo.wordpress.com/2011/05/18/la-importancia-de-la-psicologia-en-el-deporte/

MUÑOZ, E. [et al.] 2009. Estimulación cognitiva y rehabilitación neuropsicológica. Barcelona: Editorial UOC.

PHILIP, F. 1997.  Desarrollo emocional. En: Desarrollo humano: estudio del ciclo vital. México: Pearson Educación, pp. P 394-423.

RAMIREZ, P. 2013.  Sueños y deseos hechos realidad. En: Entrénate para la vida. Barcelona: Espasa Libros, pp. 17-33.

TÁRREGA, L. Y BOADA, M. 1999. Volver a empezar. Ejercicios prácticos de estimulación cognitiva para enfermos de Alzheimer. Barcelona: Glosa Ediciones.


VALDÉS, H.M. 2002. La preparación psicológica del deportista: mente y rendimiento. Barcelona: Inde.

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