Hoy día es
muy probable que, si acudimos a cualquier entrenamiento de cualquier disciplina
deportiva nos encontremos con entrenadores y entrenadoras trabajando con sus deportistas aquellos
aspectos técnicos, tácticos o estratégicos que su modalidad exige. Algo normal
teniendo en cuenta que ese es su trabajo. También es muy probable que si les
preguntas acerca de cómo han dado con esa jugada de fútbol sala que nunca antes
habías visto o cómo se le ha ocurrido esa colaboración tan original para su
equipo de gimnasia rítmica, respondan que han pasado horas y horas buscando y
rebuscando por todas las páginas web habidas y por haber del mundo o se han
visto todos los vídeos de Youtube hasta que su mente ha dado con la clave. La
mente, esa de la que todo el mundo habla pero que muchas personas desconocen.
Es innegable
que dentro de cualquier deporte, la enseñanza técnica, táctica y estratégica es
algo fundamental que se encuentra en la base de cualquier disciplina
deportiva. Sin ellas no tendría mucho
sentido practicar un deporte, al menos en vistas a mejorar y de cara a competir
ya que la mayoría de las personas que lo practican toman como referencia estos
tres conceptos como objetivos a alcanzar puesto que saber llevar a la práctica
cualquiera de los aspectos que abarcan, supone haber completado un proceso
previo y progresivo hasta llegar a hacerlo del todo bien. Ya se sabe: nadie
nace sabiendo.
Todo esto se
hace patente desde edades tempranas. A veces entrenadores/as y profesores/as de educación física, se empeñan
tanto en la enseñanza de estos aspectos previamente mencionados que se olvidan
que los/las más pequeños practican deporte a modo de juego, por diversión y en
un escenario que les permite entablar relaciones con sus iguales fuera de la
escuela. El problema de esta actitud por parte de los que imparten la enseñanza
deportiva es que hacen que el/la niño/a abandonen la visión divertida que
tenían sobre el deporte y bien, o lo abandonen o bien lejos de convertirse en
un contexto de diversión se torne en un contexto de tensión y presión por
diversos motivos como querer ganar siempre o querer agradar a sus entrenadores/as,
profesores/as e incluso a sus padres. Pero… ¿Qué porcentaje se dan cuenta
realmente de la situación? ¿Cuántos ponen remedio para solventarla? Posiblemente
en muy pocas ocasiones se percaten y si lo hacen es muy probable que no
dispongan de las herramientas necesarias para poder cambiar la situación.
El continuo
afán por superar marcas, por ganar, por hacer de los/las deportistas estrellas
de su disciplina o categoría, el empeño por tener a los/las mejores
jugadores/as en un equipo o presumir de ser un/a gran entrenador/a ha hecho que
caigan en el olvido los valores de los que en sus inicios, gozaba la práctica
deportiva. He acudido a partidos de fútbol de niños de 10 años dónde padres,
entrenadores y árbitros no paraban de despotricar los unos contra los otros, de
insultarse y de decir todo tipo de palabrería delante de unos niños que no eran
más que el reflejo de lo que aquello que sus alrededores les estaban enseñando
a ser, por lo que perfectamente podías verlos dando patadas al equipo rival o insultando a compañeros y
árbitros.
¿Qué
responderían todos/as aquellos/as que se dedican a la enseñanza de la práctica
deportiva si les preguntáramos acerca de qué porcentaje de su tiempo dedican al
entrenamiento psicológico? Son muchos/as los que hablan de entrenamiento
mental y pocos/as los que lo llevan a la
práctica.
Podemos afirmar que uno de los requisitos más
importantes y a la vez necesarios en el deporte es la fortaleza mental sin la
qué difícilmente se puede hablar de éxito a pesar de contar con una excelente
capacidad física y una técnica inmejorable. El concepto de fortaleza mental es
un constructo psicológico que queda recogido en la psicología del deporte por
lo que es evidente la importancia que esta disciplina llega a tener en cualquier
enseñanza deportiva y a cualquier edad. Es tal el alcance, que la habilidad
mental puede permitir a un/a deportista con capacidades fiscas y aptitudes
menores respecto a su rival, conseguir la victoria. Incluso podemos hablar de
victoria independientemente de los resultados si atendemos por ejemplo, a esta
conocida cita de Aristóteles “Considero más valiente al que conquista sus
deseos que al que conquista a sus enemigos, ya que la victoria más dura es la
victoria sobre uno mismo.”
Nos encontramos ante una sociedad tan
obcecada en ganar y en obtener la victoria que a veces se olvida de que a
los/as deportistas también hay que enseñarles a perder, a tolerar la
frustración de no poder continuar, a afrontar que se ha perdido sin que ello
suponga una alteración emocional y/o conductual alguna. Es por todo ello que se
hace necesario integrar en la formación de los/as profesionales dedicados a la
enseñanza deportivas los aspectos más relevantes de la Psicología del Deporte y
sobre todo inculcarles la importancia de transmitir esos valores a sus
deportistas o alumnado durante el proceso de enseñanza y formación dentro de su
disciplina, especialmente en las edades más tempranas dónde la interiorización
de dichos valores se hará de manera mucho más efectiva y duradera.
Valores como el trabajo en equipo, el manejo
de conflictos, la tolerancia a la frustración, el respeto por el contrario, las
ventajas del autocontrol, el aprendizaje de habilidades sociales relacionadas
con el deporte, la planificación de objetivos o potenciar determinadas
destrezas psicológicas (entre otros muchos ejemplos); son los que hacen de la Psicología del Deporte algo esencial para la
enseñanza deportiva puesto que es la única que dispone de las herramientas
necesarias para diseñar programas o actividades llevadas a la práctica a través
de situaciones reales dónde el/la deportista o el alumnado sea capaz de ponerlo
en práctica a la vez que se produce la interiorización de dichos valores ya sea
bien de manera directa a través de la figura del/la psicólogo/a del
deporte o bien cuándo sea este/a quién se
encargue de proveer previamente a entrenadores/as y profesorado de los
instrumentos y habilidades necesarias para luego, ponerlos en marcha.
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