El ser humano tiende a ser optimista por
naturaleza por lo que en la mayoría de los casos cuando se sumerge en nuevos
proyectos lo hace pensando que las cosas van a ir o al menos pueden ir bien. Si no
es así, no tendría ningún sentido fijarse nuevas metas.
El problema llega cuando los resultados solo
pueden verse muy a largo plazo o son demasiado ambiciosos. El no plantear
nuevos proyectos o metas de una manera adecuada puede traducirse en una
inevitable pereza a la hora de tener que hacerles frente por lo que pueden
llegar a postergarse, a veces incluso de manera indefinida. Así la motivación
que en un principio se tenía, empieza a decaer a una velocidad estrepitosa. La eterna
expresión de “el lunes empiezo” como si tuviéramos la capacidad suficiente como
para coger nuestra vida y darle un giro de 180 grados abandonando hábitos y rutinas
que nos han acompañado durante todo el transcurso de la misma, en tan solo un
abrir y cerrar de ojos.
Sin motivación difícilmente se hace posible
el esfuerzo. Es cierto que la motivación es invisible como todo aquello que
tenemos en nuestra cabeza: de entrada no se ve pero siempre hay que buscar un
poco más allá. Así pues la solución pasa por hacerla visible de tal manera que
la tengamos presente en todo momento. Para ello en primer lugar debemos
preguntarnos dónde queremos llegar, qué resultados queremos conseguir y por qué
queremos hacerlo. Una vez lo tengamos todo claro es importante reflejarlo sobre
el papel. Escribir supone una conducta
menos anárquica que el pensar. Redactar nuestros propios proyectos y metas
ayuda a que nuestro cerebro los memorice e interiorice de tal manera que hará
que aumente la probabilidad de que lo tengas presente.
El segundo paso consiste en desmenuzar
proyectos y metas en pequeños objetivos que se puedan ir cumpliendo más a corto
plazo. Llegados a este punto es fundamental redactarlos de manera adecuada en
vistas a evitar sentimientos de desesperanza o frustración que puedan surgir
por su no cumplimiento, fruto de un inadecuado establecimiento de los mismos y
que puede dar lugar al abandono.
A continuación se enumeran una serie de reglas
principales que te ayudaran con este segundo paso:
- Los objetivos a redactar deben estar basados en nuestro propio rendimiento. Es decir, no pueden depender de nadie más que nosotros mismo por lo que no tiene cabida los objetivos referidos a resultados tales como “ganar todos los próximos tres partidos” en los que se ponen en juego muchas variables que tú no puedes controlar. Objetivos basados en la autoeficacia te permitirán tener control sobre la situación.
- Los objetivos deben ser difíciles o ambiciosos pero a la vez realistas, es decir adaptados a la capacidad de cada persona sin que esta se vea desbordada. Por lo tanto es importante que estén redactados por y para uno mismo. Adoptar objetivos que se hayan marcado terceras personas pueden no estar acorde con nuestras capacidades por lo que la desmotivación y la frustración pueden aparecer muy fácilmente.
- Deben ser operativizables lo que implica que puedan identificarse claramente y definir los pasos a seguir para lograrlos. Cuanto más específicos seamos, mayor será nuestra capacidad para focalizar lo que tenemos que hacer para conseguirlos.
- Escribirlos y ponerlos a la vista aumentará el recuerdo y por tanto la perseverancia impidiendo que nos olvidemos de ellos. Además conlleva un mayor compromiso para y con los mismos.
- Redactarlos siempre de forma positiva. Nuestro cerebro entiende y visualiza mejor cuándo utilizamos términos y palabras que representen los resultados que queremos lograr. Connotaciones negativas como el “no” al principio de un objetivo llegan a ser invisibles a nuestra mente debido a que esta solo atrae aquello que si puede visualizar. Un ejemplo muy sencillo que leí no hace mucho y que ayuda a comprobar la realidad de este punto es el siguiente: “NO pienses en un elefante azul con tutú subido a un taburete tocando los bongos con la pata derecha y un saxofón a la izquierda. ¿En qué estas pensando? ¿cuánto ha tardado tu mente en dibujar a un zoo, un circo, un animal fantástico y todos aquellos complementos que NO le acompañaban?”
- Ponerles fecha. Las personas por nuestra propia naturaleza social estamos obligadas a organizarnos en función de horarios y calendarios de tal manera que logramos tener cierto orden en nuestro día a día. Establecer una fecha concreta para su cumplimiento va de la mano del siguiente punto.
- Deben ser objetivos revisables y que se revisen en las fechas establecidas en el punto anterior. Comprobar de manera periódica si se están logrando adecuadamente y en caso de que así sea, reforzar y premiar nuestro propio esfuerzo es algo fundamental para poder seguir adelante siendo perseverante en nuestro camino. En caso contrario sería importante reflexionar e intentar identificar aquello en lo que se puede estar fallando y hacer las pertinentes modificaciones.
Ya no tienes
excusas para no plantearte nuevos retos que te hagan crecer ya sea como
deportista o persona. Aquí tienes las claves para vencer a ese monstruo de
siete cabezas que es el tiempo y a ese demonio llamado pereza que te insta a
quedarte de brazos cruzados mientras la vida pasa. Tiempo, hábito y disciplina.
¡Ánimo, tú llevas el timón del navío, te espera una larga travesía!
Me ha ayudado bastante. Sigue así
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