jueves, 14 de agosto de 2014

Objetivos: ¡Ánimo, tú llevas el timón del navío, te espera una larga travesía!


El ser humano tiende a ser optimista por naturaleza por lo que en la mayoría de los casos cuando se sumerge en nuevos proyectos lo hace pensando que las cosas van a ir o al menos pueden ir bien. Si no es así, no tendría ningún sentido fijarse nuevas metas.

El problema llega cuando los resultados solo pueden verse muy a largo plazo o son demasiado ambiciosos. El no plantear nuevos proyectos o metas de una manera adecuada puede traducirse en una inevitable pereza a la hora de tener que hacerles frente por lo que pueden llegar a postergarse, a veces incluso de manera indefinida. Así la motivación que en un principio se tenía, empieza a decaer a una velocidad estrepitosa. La eterna expresión de “el lunes empiezo” como si tuviéramos la capacidad suficiente como para coger nuestra vida y darle un giro de 180 grados abandonando hábitos y rutinas que nos han acompañado durante todo el transcurso de la misma, en tan solo un abrir y cerrar de ojos.
Sin motivación difícilmente se hace posible el esfuerzo. Es cierto que la motivación es invisible como todo aquello que tenemos en nuestra cabeza: de entrada no se ve pero siempre hay que buscar un poco más allá. Así pues la solución pasa por hacerla visible de tal manera que la tengamos presente en todo momento. Para ello en primer lugar debemos preguntarnos dónde queremos llegar, qué resultados queremos conseguir y por qué queremos hacerlo. Una vez lo tengamos todo claro es importante reflejarlo sobre el papel.  Escribir supone una conducta menos anárquica que el pensar. Redactar nuestros propios proyectos y metas ayuda a que nuestro cerebro los memorice e interiorice de tal manera que hará que aumente la probabilidad de que lo tengas presente.

El segundo paso consiste en desmenuzar proyectos y metas en pequeños objetivos que se puedan ir cumpliendo más a corto plazo. Llegados a este punto es fundamental redactarlos de manera adecuada en vistas a evitar sentimientos de desesperanza o frustración que puedan surgir por su no cumplimiento, fruto de un inadecuado establecimiento de los mismos y que puede dar lugar al abandono.

A continuación se enumeran una serie de reglas principales que te ayudaran con este segundo paso:
  1. Los objetivos a redactar deben estar basados en nuestro propio rendimiento. Es decir, no pueden depender de nadie más que nosotros mismo por lo que no tiene cabida los objetivos referidos a resultados tales como “ganar todos los próximos tres partidos” en los que se ponen en juego muchas variables que tú no puedes controlar. Objetivos basados en la autoeficacia te permitirán tener control sobre la situación.
  2. Los objetivos deben ser difíciles o ambiciosos pero a la vez realistas, es decir adaptados a la capacidad de cada persona sin que esta se vea desbordada. Por lo tanto es importante que estén redactados por y para uno mismo. Adoptar objetivos que se hayan marcado terceras personas  pueden no estar acorde con nuestras capacidades por lo que la desmotivación y la frustración pueden aparecer muy fácilmente.
  3. Deben ser operativizables lo que implica que puedan identificarse claramente y definir los pasos a seguir para lograrlos. Cuanto más específicos seamos, mayor será nuestra capacidad para focalizar lo que tenemos que hacer para conseguirlos.
  4. Escribirlos y ponerlos a la vista aumentará el recuerdo y por tanto la perseverancia impidiendo que nos olvidemos de ellos. Además conlleva un mayor compromiso para y con los mismos.
  5. Redactarlos  siempre de forma positiva. Nuestro cerebro entiende y visualiza mejor cuándo utilizamos términos y palabras que representen los resultados que queremos lograr. Connotaciones negativas como el “no” al principio de un objetivo llegan a ser invisibles a nuestra mente debido a que esta solo atrae aquello que si puede visualizar.  Un ejemplo muy sencillo que leí no hace mucho y que ayuda a comprobar la realidad de este punto es el siguiente: “NO pienses en un elefante azul con tutú subido a un taburete tocando los bongos con la pata derecha y un saxofón a la izquierda. ¿En qué estas pensando? ¿cuánto ha tardado tu mente en dibujar a un zoo, un circo, un animal fantástico y todos aquellos complementos que NO le acompañaban?”
  6. Ponerles fecha. Las personas por nuestra propia naturaleza social estamos obligadas a organizarnos en función de horarios y calendarios de tal manera que logramos tener cierto orden en nuestro día a día. Establecer una fecha concreta para su cumplimiento va de la mano del siguiente punto.
  7.  Deben ser objetivos revisables y que se revisen en las fechas establecidas en el punto anterior. Comprobar de manera periódica si se están logrando adecuadamente y en caso de que así sea, reforzar y premiar nuestro propio  esfuerzo es algo fundamental para poder seguir adelante siendo perseverante en nuestro camino. En caso contrario sería importante reflexionar e intentar identificar aquello en lo que se puede estar fallando y hacer las pertinentes modificaciones.

Ya no tienes excusas para no plantearte nuevos retos que te hagan crecer ya sea como deportista o persona. Aquí tienes las claves para vencer a ese monstruo de siete cabezas que es el tiempo y a ese demonio llamado pereza que te insta a quedarte de brazos cruzados mientras la vida pasa. Tiempo, hábito y disciplina.


¡Ánimo, tú llevas el timón del navío, te espera una larga travesía!

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